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domingo, 3 de julio de 2016

¡Guau, que pedazo de pepinazo!

El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 horas y 17 segundos, el bombardero "Enola Gay", lanza una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. La tripulación, compuesta por 12 hombres está al mando del capitán Paul W. Tibbets y su segundo, Robert Lewis. Solo Tibbets sabía el contenido de la misión. Los demás sólo intuyeron que se trata de una misión muy especial.

HiroshimaAl poco de despegar de la base de la isla de Tinian, en las Marianas, el comandante conecta el piloto automático y sólo entonces informa a la tripulación del contenido de la misión. Era imprescindible que se mantuviera en secreto y en el caso de que resultaran abatidos, para no caer en manos de los japoneses, deben tragarse unas cápsulas de cianuro que Tibbets distribuye entre sus hombres. Él será el último en tomarla, ha de supervisar que todos lo hagan y si alguien se negara, tiene ordenes estrictas de dispararlo.

Cuando llegan a su destino, lanzan la bomba, mientras el avión da un brusco respingo al soltar los 4.500kg de la bomba. Tibbets gira rápidamente al aparato hacia la derecha.

Pasados 35 segundos Tibbets pregunta al artillero de cola Bob Caron:
-¿Nada Todavía?
-No, señor.

El teniente Jepsen, encargado de la caja de control de los circuitos de la bomba, había empezado a contar por su cuenta; 40, 41, 42... Dejó de contar y pensó que  la bomba había fallado. En ese preciso instante, todo se convirtió en un violento fulgor y la tremenda explosión que le sigue deja a todos anonadados. Una versión cuenta que el copiloto Robert Lewis exclama:
¡Dios mío, Qué hicimos!
Aunque tiempo después confesó que dijo algo menos socialmente correcto:
¡Guau, que pedazo de pepinazo!
Tras la exclamación comenzó a apuntar en el cuaderno de la misión los efectos que percibía, como la luz cegadora, el enorme hongo atómico que se elevaba, así como las bruscas sacudidas a las que eran sometidos debido a la onda expansiva.

Hiroshima
También durante años se extendió la leyenda de que Tibbets o, al menos, alguno de los miembros de su tripulación, enloqueció ante la magnitud de la matanza cometida, por lo que entró anónimamente en un convento, que algunos llegaron a situar en España. Nada mas lejos de la realidad. No se conoce que ninguno de los 12 tripulantes del Enola Gay se arrepintiese nunca de lo que habían hecho. Posiblemente, todo se deba a una confusión ya que algún miembro de los aviones meteorológicos y de observación que les acompañaban tuvo serios trastornos de comportamiento tras la Segunda Guerra Mundial.

Para saber más:
Hiroshima Holocausto Inútil, de Fletcher Knabel y Charles Bailey II.
La Tercera
El Mundo
Diagonal

4 comentarios:

  1. Pobres soldados y pobre población japonesa

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  2. Así es la guerra eran más crueles los japoneses pobres los chinos k sufrieron por los japoneses

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    1. La guerra puede sacar lo peor del ser humano. Gracias por pasar y comentar.

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