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jueves, 13 de marzo de 2014

Los judíos finlandeses que lucharon con los nazis

Uno de los capítulos menos conocidos, de la Segunda Guerra Mundial fue el hecho de que más de 300 soldados finlandeses de raza judía integraron las filas del ejército alemán cuando Finlandia entra en la Segunda Guerra Mundial en junio de 1941, junto a Alemania, contra la Unión Soviética.

Finlandia se consideró como aliado, más bien como co-beligerante, pero sus hombres ayudaron a los alemanes y poco se sabe de este oscuro pacto de colaboración militar.

Los soldados judíos que lucharon en esa guerra nunca se avergonzaron de lo que hicieron durante la Segunda Guerra Mundial. Además de cumplir con su deber como soldados, han mantenido que en realidad se estaban librando dos guerras paralelas. La de Alemania y la de Finlandia defendiéndose de los soviéticos.

Según cuenta el veterano Aron Livson, de 97 años y que fuer reclutado con 23:
Yo no tenía nada que ver con los alemanes. No había alemanes, donde yo servía. Ellos estaban a 200 kilómetros al norte de mi regimiento.
En la región de Karelia, que hace frontera con Rusia, tropas finlandesas y alemanas combatieron juntas.

Los judíos finlandeses descendían, en su mayoría, de soldados rusos que habían sido enviados a Finlandia durante su servicio militar en el ejército del zar, donde debían servir durante 15 años, hasta que Finlandia consiguió su independencia en 1917.

La guerra conocida en Finlandia como la Guerra de Invierno, que se desarrolló entre el 30 de noviembre de 1939 y el 12 de marzo de 1940 para impedir la invasión del país por parte de la Unión Soviética, que buscaba expandirse ocupando las repúblicas bálticas, fue el mejor momento para que los esos judíos descendientes de rusos, pudieran demostrar que eran auténticos finlandeses.

Voluntarios extranjeros llegaron para apoyar a Finlandia. Daneses, Noruegos y extranjeros de otros países, entre los que se encontraba el actor británico Christopher Lee, aunque no estuvo en el frente.

Para saber más:
Wikipedia
ABC
Mundohistoria
El Economista

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