"Mañana es el ataque. Conseguiré un hundimiento instantáneo y espléndido". Cabo Kagawa. Abril 1945.

Oficialmente, el primer ataque kamikaze se produjo el 25 de octubre de 1944, cuando el teniente Yukio Seki estrelló su Zero contra el portaaviones USS St Lo durante la Batalla del Golfo de Leyte en Filipinas. El primer ataque suicida del que se tiene constancia sucedió el mismísimo 7 de diciembre de 1941 durante la segunda oleada del ataque a Pearl Harbor. La acción fue llevada acabo por el teniente Fusata Lida con su Zero. Tras ser alcanzado por las defensas estadounidenses perdía gran cantidad de combustible. Como vio que no llegaría a su portaaviones decidió a la desesperada lanzar su aparato contra un hangar. Su sacrificio no tuvo ningún reconocimiento.
Para ellos los ataques suicidas eran más eficaces porque la potencia del impacto del avión se sumaba al de las bombas que portaba, además del fuego provocado por la gasolina. Era el único ataque fiable con personal con una formación limitada debido a la escasez de combustible que sufría Japón. Los pilotos suicidas también sirvieron de inspiración para las tropas de tierra y la población y esta estrategia estuvo motivada por la necesidad. Los ataques suicidas estaban dirigidos realmente a causar el mayor daño con el menor coste de vidas humanas, pero resultaron escasamente efectivos. De los casi 3000 aviones, en muchos casos aparatos obsoletos, tan solo el 18% logro destruir los barcos enemigos o causarles daños importantes.
En Okinawa apareció una nueva arma suicida, que los norteamericanos llamaron en japonés "baka" ("tonto"), que consistía en un planeador propulsado con tres cohetes que que era soltado por un bombardero desde más de 8000 metros de altitud. Cuando se encontraba a unos 5 kilómetros de su objetivo, el piloto kamikaze, encendía los cohetes y se lanzaba a casi mil kilómetros por hora contra su objetivo con más de una tonelada de explosivos. Tanto el kamikaze como el barco contra el que se estrellaba quedaban destruidos en una explosión masiva. 34 buques quedaron fuera de combate con esta técnica. El primero de ellos fue el destructor estadounidense USS Abele.


Siempre se ha tenido el concepto de que todos los kamikazes eran unos locos suicidas, como ha mostrado la historiografía oficial, pero la realidad no era así. A muchos se les obligaba a realizar estos ataques por orden superior o algunos de los voluntarios lo eran por presión social o de grupo, cumpliendo el código de honor del Bushido. En los ataque kamikaze apenas participaron altos mandos. Su desesperación se puede ver en la multitud de cartas que han aparecido publicadas, como las recopiladas en el libro Kamikaze Diaries de la antropóloga japonesa Emiko Ohnuki.
En la academia naval de Etajima, en Hiroshima, se encuentra un memorial a los pilotos kamikaze. Nada más entrar en el recinto, se siente el gran respeto a estos jóvenes pilotos aún inspiran en Japón. En numerosos casos se pueden ver sus cartas de despedida.
Para saber más:
Kamikazes, de Albert Axel y Heideaki Kase
Conoce Japón
Historia y Biografías
Wikipedia
Actually Notes
Meridianos
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