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domingo, 24 de agosto de 2025

Las obras de arte que Franco regaló a Hitler

Durante la guerra civil española el bando sublevado, al mando del general Francisco Franco, recibió una importante ayuda militar de Adolf Hitler y Benito Mussolini que fue definitiva para su victoria en 1939.

Como agradecimiento al apoyo recibido, y como acercamiento a la posible incorporación de España al Eje, Franco quiso ofrecer a Hitler un regalo que tocara la vena artística del dictador alemán. Se sabe que quiso ser un gran artista y que le gustaba dibujar y pintar con acuarelas, aunque nunca tuvo suficiente talento para llegar a serlo, aunque se pudo ganar la vida cuando vivió en Viena. Aunque Hitler consideraba que su futuro estaba en la pintura o la arquitectura fue rechazado en dos ocasiones en la Academia de Artes de la capital austriaca. 

El arte que regaló Franco a Hitler
Poco antes de finalizar la guerra civil, el 4 de julio de 1939, Hitler recibió, a través del entonces embajador español en Berlín, Almirante Antonio Marques de Magaz, un lote con varias obras del pintor Ignacio Zuloaga, un pintor relacionado con el régimen franquista que participó en las exposiciones de Venecia y Londres en apoyo al bando sublevado y retrató a Franco y el general Millán-Astray, o el asedio del Alcázar de Toledo.

Las pinturas representaban un granjero español en una escena pastoral y a dos mujeres españolas con trajes típicos. En el acto de entrega en la Cancillería del Reich, Hitler dedicó unas palabras parafraseando a Dante, que Paul Schmidt se encargó de traducir y la escolta de las SS rindió honores al embajador español. En la entrega tambien se encontraba Otto Meissner que, como jefe de la Cancillería, se encargaría de gestionar el regalo diplomático del gobierno español, que además de las pinturas, incluían dos fíbulas de oro visigodas, una especie de imperdibles que se usaban para sujetar las ropas antes de la edad media. Heinrich Himmler en su visita e España, para buscar el Santo Grial y preparar el encuentro de Hitler y Franco en Hendaya, tambien fue obsequiado con una fíbula. Como muestra de agradecimiento Hitler le regaló a Franco, por su cumpleaños, un automóvil Mercedes Benz 540 G4 que aun se conserva en perfecto estado en la Sala Histórica de la Guardia Real en el Cuartel del Rey del Palacio del Pardo, en Madrid. y que está considerado el único modelo totalmente original.

De este acto se hicieron eco el diario estadounidense New York Times, el Völkischer Beobachter, vocero oficial del partido nazi y algunos medios de comunicación españoles afines al régimen de Franco.

El arte que regaló Franco a Hitler
A Franco le parecía poco regalo para su gran benefactor en la guerra, así que debía hacerle llegar algo más impresionante y para ello eligió una obra de Francisco de Goya, el genial artista aragonés, pintada más de un siglo antes: La marquesa de Santa Cruz, de 1805.

La pintura de Goya muestra a una mujer sujetando una lira, como símbolo de la música, que la que Hitler era un apasionado. En el instrumento se puede ver un lauburu: icono vasco que se parece a la esvástica. Según algunos testimonios, Franco cambió de opinión y el cuadro no llegó a Hitler. Tras diversas vicisitudes, el cuadro se encuentra actualmente en el Museo del Prado.

Además de los regalos que recibió el Führer, Franco quería regalar a Mussolini una estatua de César Augusto que se encontraba en el Museo Arqueológico de Mérida, pero el marqués de Lozoya lo impidió aconsejando que se hiciera una copia en bronce realizada con cañones tomados a los republicanos tras la batalla del Ebro.

Para saber más:
Ignacio Zuloaga y su utilización por el Franquismo, de Javier Novo González
Arte, revancha y propaganda, de Arturo Colorado Castellary
Finanzas
El Español
Biografías y vidas
 

domingo, 10 de agosto de 2025

Los Marines Incursores

Cuando los Estados Unidos entraron en la Segunda Guerra Mundial, el presidente Franklin D. Roosevelt, impresionado por los éxitos de los comandos británicos y alemanes en Europa, pidió al Cuerpo de Marines que creara unidades similares. Estos fueron los Marines Incursores (Marine Raiders). Los Raiders tenían como misión realizar incursiones anfibias independientes y colaborar con otras unidades de los Marines como punta de lanza en operaciones de mayor envergadura.

Los Marines Incursores
Durante el año 1942, en el océano Pacífico, en el largo camino a Japón, saltando de isla en isla, hicieron incursiones profundas tras las líneas enemigas en Guadalcanal y organizaron un efectivo ataque sorpresa en la isla Makin.

La mayor operación que realizarían los Raiders fue en la isla de Bougainville, una de las mayores del archipiélago de las Salomón, en el mes de noviembre de 1943.
Hombres del 2º y 3º batallones de Marines Incursores se situaron a la vanguardia de una invasión que sería llevada a cabo por la 3ª División de Marines.
Los japoneses habían establecido defensas en Bougainville con cinco aeródromos y unos 40.000 soldados. Por ese motivo los planificadores eligieron comenzar la operación en el cabo Torokina, en la costa sudeste de la isla, rodeado de pequeñas y estrechas playas con un mar difícil y agresivo, alejadas del resto de la isla por montañas, pantanos y selvas. El peor sitio para un desembarco convencional, pero el mejor para un ataque por sorpresa de un grupo de comandos.

Los Marines Incursores
La sorpresa se hizo patente cuando los Marines desembarcaron y se encontraron con unos pocos cientos de soldados japoneses y un único cañón de 75mm como defensa, pues tan dura orografía hacía impensable un desembarco en esa zona de la isla. A pesar de ello los infantes japoneses defendieron valerosamente la posición ametrallando las barcazas de los Marines Incursores. El 2º batallón de Raiders tomó unas trincheras que se encontraban a unos 30 metros de la playa y el 3º se dedicó a asegurar un islote que se encontraba frente a la costa.

Tras asegurar la playa y el islote, los Marines avanzaron tierra adentro atravesando la selva por un sendero, que apenas se adivinaba entre la maleza, con la misión de tomar el cruce entre los caminos de Piva y de Numa Numa, de gran importancia por ser dos caminos que comunicaban bases aéreas japonesas y el principal acceso terrestre al cabo Torokina. El cruce se encontraba a unos 5 kilómetros del punto de desembarco, pero los Marines Incursores necesitaron una semana en alcanzarlo debido principalmente a los francotiradores que se fundían con la selva.

Los Marines Incursores
Para limpiar de francotiradores su camino, los Raiders emplearon tácticas poco usuales para la guerra en la selva. En ocasiones enviaban algún vehículo blindado ligero, que era un objetivo suculento para el soldado japonés, que en ocasiones se lanzan a bayoneta calada contra el vehículo, que lo aplastaba o liquidaba con sus ametralladoras. Si la selva era demasiado tupida para el paso de los vehículos utilizaban perros especialmente adiestrados para oler a los soldados japoneses, normalmente  de raza pastor alemán o dóberman. Otras veces rociaban la maleza con ráfagas de ametralladora y volvían a disparar a los soldados aparentemente muertos, pues los japoneses solían fingir estar muertos para después atacar por la espalda o rendirse para luego abrir fuego o inmolarse con una granada.

Cuando se encontraban a tan solo 300 metros del cruce de caminos, Marines y japoneses se vieron obligados a salir a terreno descubierto para luchar prácticamente a punta de bayoneta. Después de dos días de combates cuerpo a cuerpo, las tropas japonesas se retiraron y el cruce cayo en manos de los Marines Incursores, aunque por las noches recibían ataque esporádicos de grupos de japoneses que se infiltraban entre los Marines.

Finalmente, en enero de 1944, los Marines Incursores fueron disueltos y encuadrados en otras unidades de Marines donde aportarían su experiencia de lucha contra las duras tropas japonesas.

Artículo publicado en el blog de David López Cabia en Abril de 2020.

Para saber más: