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miércoles, 3 de diciembre de 2014

El arma de la medicina

Una guerra global como la Segunda Guerra Mundial, con millones de personas implicadas, en teatros de operaciones tan diferentes como los océanos, el trópico, el desierto o las grandes regiones heladas de la Unión Soviética, fue un imponente reto para la sanidad, militar y civil, tanto en la cirugía y cuidado de las heridas traumáticas y los grandes quemados como en el tratamiento de enfermedades infecciosas y tropicales.

El arma de la medicinaLa aparición de los antibióticos, como la penicilina, que hasta 1943/1944 no se pudo fabricar en grandes cantidades a bajo coste, y de las sulfamidas (descubiertas por el alemán Gerhard Domagk en 1935), el DDT y otros insecticidas permitieron una importante mejora en las heridas y las enfermedades de los soldados en campaña.

La perspectiva de vida de los heridos aumentó tambien considerablemente gracias a los criterios en cirugía traumatológica, entre los que se encontraban los métodos del médico catalán Josep Trueta, que ya fueron aplicados en España durante la Guerra Civil en el bando republicano y que posteriormente utilizaron los Aliados debido al exilio de Trueta.

La morfina fue fundamental para aliviar el dolor de los soldados heridos. La farmacéutica inventó un método para administrarla. Este consistía en un tubo similar al de la pasta de dientes con una aguja incorporada que contenía la dosis necesaria.

La penicilina, ya descubierta en 1928, se consigue producir en polvo de forma masiva en 1943, gracias a la sinterización descubierta por el microbiólogo Andrew Moyer y su equipo en la Universidad de Oxford. El primer uso a gran escala de este antibiótico fue en el Día D.  

En el tratamiento de los heridos fue decisivo el descubrimiento de Alexander Wiener y Karl Landsteiner en 1940, el Factor RH, que permitió por primera vez un uso eficaz de las transfusiones de sangre y los bancos de plasma (liofilizado en 1938 y fabricado en masa a partir de 1941), permitiendo que llegara hasta el frente. Se desarrolló un sustituto de la sangre, la albúmina. Ya en 1945, todas las instalaciones médicas del campo de batalla dispusieron de sangre completa. Ya en 1936, durante la Guerra Civil española, se crearon dos tipos de bancos de sangre, uno de ellos móvil.

El arma de la medicina
En la Primera Guerra Mundial mejoró significativamente la perspectiva de vida de los heridos en guerra debido a nuevas técnicas y mayor higiene en los puestos se socorro y hospitales. Pero lo que no pudieron evitar fue la mayor pandemia del siglo XX.

La Gripe Española, llamada así por ser España el primer país en hacerlo público, que se desató en 1918 supuso 
la muerte de entre 50 y 100 millones de personas. Solo en el ejército estadounidense supuso la mitad de sus bajas en Europa.

Para evitar esto se crearon grupos de trabajo entre el estado y los laboratorios para el desarrollo de vacunas. En 1941 el ejército de Estados Unidos organizó una comisión para desarrollar la primera vacuna contra la gripe, que por entonces era conocida como Influenza. Muy importante, también, fue el desarrollo de la vacunación contra el tétanos (desarrollada en 1924), que infecta a través de las heridas y es mortal si no se trata debidamente, atacando el sistema nervioso. 

El arma de la medicina
Los programas de vacuna en tiempo de guerra se ampliaron más allá de su enfoque tradicional en enfermedades como la disentería, el tifus, la sífilis, la meningitis bacteriana, la neumonía bacteriana, el sarampión, las paperas, en enfermedades tropicales y en enfermedades respiratorias agudas.  Aunque se realizaron estudios sobre estas y otras enfermedades no fue hasta la Segunda Guerra Mundial cuando esos estudios salieron del laboratorio y se convirtieron en vacunas viables. 

Los soviéticos realizaron a la medicina una importante aportación en la recuperación de los heridos por quemaduras, mediante los injertos de piel, gracias a las técnicas del oftalmólogo y cirujano Vladimir Filatov al que se le atribuye la curación de la vista al francotirador Vasily Zaytsev tras sufrir una lesión en los ojos en un ataque con morteros durante la batalla de Stalingrado. En 1940 se inventó un instrumento que permite extraer finas capas de piel para poder usarse como injertos.

Otro problema era el psicológico. La condición llamada "neurosis de guerra" en la Primera Guerra Mundial ahora era conocida como "fatiga de combate", la que los soldados llamaban la "mirada de los Mil Metros". Los psiquiatras descubrieron que entre el 85 y el 90% de los pacientes podían ser eficaces en combate si se les retiraba una temporada, en un lugar seguro y tranquilo para descansar, con una alimentación equilibrada y regular y un ambiente limpio.

Para saber más:
Exordio
Portal Planeta
Cátedra Isdefe
SlideShare
Cirugía de Guerra de Cruz Roja Internacional

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