Páginas

domingo, 28 de marzo de 2021

El submarino que "hundió" un tren

El 2 de agosto de 1945 entra en el puerto de Midway un submarino estadounidense que muestra en su mástil una enseña de combate en la que aparece algo poco habitual en un sumergible. El submarino es el “USS Barb” (SS-220). El único en toda la Segunda Guerra Mundial que puede presumir de haber destruido… un tren.

El submarino que "hundió" un tren
Posiblemente el submarino más conocido de la Segunda Guerra Mundial sea el alemán U-47, Gracias a la exitosa acción que llevó a cabo en la base naval británica de Scapa Flow, pero el alemán no llegó a conseguir lo que logró el USS Barb tras 12 misiones de combate. El USS Barb es, sin ninguna duda, un submarino con una de las historias más extraordinarias de la Segunda Guerra Mundial

El submarino recibió su nombre de un pez, el Barbo, en castellano. Esto era común entre todos los submarinos estadounidenses de la clase Gato, que por cierto, es otro pez, no el felino. 

La clase Gato era una de las tres clases construidas por los estadounidenses durante la guerra. Estos tenían 95 metros de eslora y 8 metros y medio de manga. Con sus cuatro motores diésel y cuatro eléctricos, en superficie podía alcanzar una velocidad de 21 nudos (39 km/h) y sumergido los 9 nudos (16 km/h) navegando a una profundidad máxima de 90 metros, aunque se consiguió superar los 100 metros. 

El submarino que "hundió" un tren
El USS Barb fue botado en abril de 1942 y durante su primera patrulla llevó a cabo tareas de reconocimiento en los preparativos y durante la Operación Torch, el norte de África. Hasta julio de 1943, sus siguientes cuatro patrullas fueron en el bloqueo de los corredores navales del Eje, en aguas europeas. Tras la quinta patrulla se dirigió a los Estados Unidos y poco después fue asignado a Pearl Harbor, en donde toma el mando el capitán Eugene Bennet Fluckey, con quien ganaría fama y honores el USS Barb. 

Fluckey se formó en la Academia Naval de Annapolis graduándose como alférez. Su primer destino fue en el acorazado Nevada, pero en 1938 pidió ir a la Escuela de Submarinos, tras la que realizó su primera patrulla en el USS S-42. Hasta diciembre de 1942, Fluckey sirvió en el USS Bonita desde donde pasó a la Escuela de Oficiales de Submarinos y de ahí al USS Barb, en el que realizó una patrulla como comandante en formación. A partir de marzo de 1944, se convirtió en su capitán.

El submarino que "hundió" un tren
Antes de que Fluckey tomara el mando, el USS Barb ya había hundido 21 barcos japoneses y rescatado a 14 prisioneros británicos y australianos del hundimientos del barco japonés SS Rakuyō Maru. Con Fluckey lograría 38 hundimientos más. Según los registros japoneses el Barb logró hundir unas 120.000 toneladas, aunque según la US Navy solo llegaron a las 96,628. 

Sea como fuere, el USS Barb destaca por varias razones. Fue uno de los poquísimos submarinos en los que no murió ninguno de sus tripulantes, lo que es muy raro en un submarino de la Segunda Guerra Mundial. Pero en donde el USS Barb realmente destacó fue sus dos últimas patrullas de guerra. 

Su penúltima patrulla (11ª) entre diciembre de 1944 y febrero de 1945, la realizó en el estrecho de Formosa, la actual Taiwán y el Mar de China Oriental, frente a la costa este de China, entre Shanghái y Kam Kit. En el estrecho, hundieron cuatro barcos mercantes japoneses y numerosas embarcaciones enemigas de menor tonelaje. En la noche del 22 al 23 de enero, el Barb penetró en el puerto de Namkwan, en la costa china, frente a las islas Matsu, y causó importantes daños en un convoy de unos 30 barcos enemigos que se encontraban anclados para protegerse de los ataques nocturnos de los submarinos estadunidenses. 

Maniobrando en aguas peligrosamente poco profundas, de apenas unos 10 metros, desconocidas y minadas, Fluckey ordenó el lanzamiento en abanico de 6 torpedos por los tubos de proa y otros 2 por los de popa y luego se retiró navegando en superficie. 6 de los torpedos lanzados lograron alcanzar a algunos de los barcos japoneses.

El submarino que "hundió" un tren
Finalizada la patrulla, el USS Barb fue enviado a los Estados Unidos para una revisión y en reconocimiento a su éxito, Fluckey recibió la Medalla de Honor y el Barb obtuvo una Citación Presidencial. 

Cuando la guerra estaba llegando a su final y apenas había barcos japoneses que hundir, el agresivo Fluckey tenía alguna idea para poder seguir causando daños a los japoneses. Su idea era aprovechar la experiencia del lanzamiento de cohetes desde los barcos, adquirida durante operaciones de desembarco en las islas del Pacífico. Así que solicitó la instalación de una batería de cohetes de 130mm en el Barb. Era la primera vez que se hacía algo así.

Tras la revisión y las modificaciones, comenzó su 12ª y última patrulla el 8 de junio de 1945. En esta patrulla y por primera vez en la guerra submarina estadounidense, el Barb empleó con éxito sus cohetes contra las ciudades de Shari, Hokkaido; Shikuka, Kashiho; y Shiritoru, y con los cañones de cubierta, bombardeó la población de Kaihyo en la isla de Tyuleny, destruyendo más de la mitad de la ciudad y sus instalaciones fabriles. 

El submarino que "hundió" un tren
Pero fue en la noche del 22 al 23 de julio de 1945, cuando la tripulación del Barb llevaría a cabo el ataque que le dio la fama.

La misión consistía en desembarcar un grupo formado por varios miembros de la tripulación  que actuarían como eventuales “comandos”. Durante esa noche el Barb se aproximó a la costa y con cierta dificultad, los improvisados “comandos” desembarcaron en Karafuto, una de las islas del Japón, cargando con una carga explosiva de las que llevaban en el submarino por si debían destruirlo, para evitar que cayera en manos del enemigo. 

Estuvieron a punto de ser descubiertos, pero cuando pasó el peligro, se acercaron a las vías del ferrocarril, que pasaba junto a la costa, y colocaron los explosivos. Los explosivos iban provistos de un detonador improvisado para que cuando pasara el tren, este lo activara con su peso. 

El encargado de preparar y colocar la bomba fue el electricista de 3ª Clase Billy R. Hatfield, descendiente de una de las familias más famosas del oeste americano, que estuvo enfrentada con otra familia, los McCoy, en la frontera entre Kentucky y Virginia Occidental, en la segunda mitad del siglo XIX.

El submarino que "hundió" un tren
El comando lo formaban, además de Harfield, los marineros Paul G. Saunders, Francis Neal Sever, Lawrence W. Newland, Edward W. Klingesmith, James E. Richard y John Markuson. Al mando estaba el teniente William M. Walker. 
Según regresaban al submarino, un tren japonés cargado de pertrechos saltó por los aires.

El improvisado “comando” del Barb fue el único comando aliado que llegó a pisar las islas principales de Japón durante la guerra. 

Ya sin torpedos, regresaron a Midway y desde allí a casa sin sufrir ni una sola baja y siendo una de las tripulaciones más condecoradas de la US Navy.

Finalizada la guerra, el submarino no tuvo tanta suerte como su tripulación. Fue retirado y posteriormente entregado a la Marina Italiana (1953) en la que sirvió como el “Enrico Tazzoli”. En 1972 fue vendido como chatarra. 

Un triste final para el submarino USS Barb. Pero su extraordinaria historia y la de su tripulación son una muestra de valentía y… suerte. Una extraordinaria hazaña, en una guerra en la que ser tripulante de un submarino era uno de los puestos más peligrosos de la contienda.

Para saber más:
Thunder Below!, del Admiral Eugene B. Fluckey  

domingo, 21 de marzo de 2021

Short Snorter. Un dólar por un chupito

Los Short Snorters (chupitos o tragos) son una tradición iniciada en Alaska en la década de 1920 cuando, según la leyenda, Jack Ashcroft, un bebedor empedernido, llegó tarde al Gates Flying Circus, donde trabajaba.

Los Short Snorter. Un dólar por un chupitoPara compensar a su jefe, le entrego un billete de un dólar dónde escribió: “Short Snorter No 1, Pangborn (el nombre de su jefe), agosto de 1925”, a modo de un "vale por un chupito". Convirtiéndose en el primer Short Snorter.

Los Short Snorter se fueron propagando con el crecimiento de la aviación comercial y militar dónde tuvo su apogeo durante la Segunda Guerra Mundial.

Los Short Snorter. Un dólar por un chupitoEstos billetes, habitualmente de dólar o silver note, eran firmados por todos los miembros de una tripulación o escuadrilla a modo de certificado de permanencia al grupo y como amuleto de la suerte. Cuando el grupo se reunía a tomar una copa su alguno de ellos no portaba su Short Snorter debía invitar al resto.

Aunque esta curiosa tradición se inició en el mundo de la aviación se fue pasando al resto del ejército y el poseedor del mayor número de Short Snorter ostentaba mayor estatus entre sus compañeros de armas, mostrando que eran el más veterano. Generalmente se unían unos a otros formando una especie de rosario que podían tener varios metros de largo. Hasta la publicidad se hizo eco de la costumbre.

Los Short Snorter. Un dólar por un chupito
Marlene Dietrich y Irving Berlin.
Este ritual no solo lo realizaban los militares. Incluso el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt y su esposa Eleanor lo hacían cuando viajaban o como forma de dar ánimo a las tropas con las que reunían al igual que hacían muchos de los artistas de la USO cuando visitaban  la los soldados.

El final de la guerra no detuvo esta costumbre y pasó a los astronautas (que solían pertenecer a la fuerza aérea) y se realizó hasta en los viajes espaciales como las misiones Géminis y Apolo. Los más famosos son los firmados por Neil Armstrong.

El coleccionismo de estos billetes está muy extendido en los Estados Unidos y pueden llegar valer varios cientos o miles de dólares en función de quienes los hayan firmado. Entre los más famosos están el del General George S, Patton firmado durante la conferencia de Casablanca, o los del presidente Roosevelt en sus rutas a las conferencias de Teherán y Yalta, realizado en un billete de rublo.

Para saber más:
Straightdope Forum
Getty Images
Pbs
Greensleeves
Short Snorter

domingo, 14 de marzo de 2021

Kamikazes. Poemas desde el infierno

Se calcula que unos 4000 pilotos kamikazes dieron su vida en acciones suicidas durante la Segunda Guerra Mundial y prácticamente todos esos jóvenes pilotos dejaron testamento antes de despegar en su último vuelo, en forma de cartas o poemas.

Kamikazes. Poemas desde el infiernoEs cierto que muchos jóvenes pilotos, fanatizados por el adoctrinamiento ultrapatriótico y ultranacionalista se lanzaron en misiones suicidas con gran fanatismo. En esas cartas finales mostraban como su sacrificio no sería inútil y garantizaría la victoria del imperio del Japón.

Teniente Masuo:
Felicitadme. Me han ofrecido una espléndida oportunidad para morir. El destino de nuestra madre patria depende de la decisiva batalla en los mares del Sur, donde caeré como lo hacen las flores de los cerezos lozanos.
Alférez Nakata:
¿Qué le puedo decir a mi anciana madre
que me espera en el pueblo donde nací
sin saber que su hijo está a punto de perecer? 
Kamikazes. Poemas desde el infierno
Cabo Kagawa:
Mañana es el ataque. Conseguiré un hundimiento instantáneo y espléndido. No te avergonzarás de ser mi hermana mayor...
Hay una rama que no florece
Hay una rama que florece
y otra rama que cae.
Algunos no lo tenían tan claro, había dudas. En sus testamentos finales se puede ver como a muchos kamikazes les importaba poco el Emperador o el mensaje patriótico que les habían intentado introducir en sus mentes. Aun así, se sacrificarían, como víctimas de una resistencia inútil, por su honorable sentido del deber y por la opinión que tendrían de ellos sus seres queridos.

Alférez Ichizo:
Dedicar mi vida al emperador debería darme paz espiritual...
No puedo decir que el deseo de morir por el emperador sea genuino, salido de mi corazón. Se ha decidido, sin embargo, que muera por el emperador. 
Madre, soy un hombre...
Haré un trabajo espléndido hundiendo un portaaviones enemigo. Podrás presumir de mí. Moriré con dignidad de soldado. Sin embargo, madre, estoy triste. 
Teniente Uehara:
Mañana, alguien que cree en la democracia dejará este mundo.
Puede que parezca solitario, pero su corazón está lleno de satisfacción.
La Italia fascista y la Alemania Nazi han sido derrotadas. El autoritarismo es como construir una casa con piedras rotas.
Capitán Murakami:
Cuando miro al cielo, donde empieza a romper la primavera
me pregunto cómo se sentirá mi madre
con sus delicadas manos llenas de sabañones. 
Kamikazes. Poemas desde el infierno
Los kamikazes eran solteros pero existían raras excepciones como el teniente Yukio Seki. A Seki le comunicaron que lideraría el primer ataque kamikaze la misma mañana del 20 de octubre de 1944. Aceptó su destino, pero no pudo dejar de lamentarse por cómo se desperdiciaría la visa de un piloto experimentado. Además se había casado recientemente.
Antes de partir escribió un poema a sus pilotos:
Descended, mi pupilos,
mis pétalos de flor de cerezo,
como yo descenderé,
sirviendo a nuestro país.
Tras el ataque de Yukio Seki y su escuadrilla, muchos se presentaron voluntarios, pero entre los obligados a inmolarse en la última defensa del imperio, muchos no llegaron a completar su misión desapareciendo para no enfrentarse a la vergüenza de ser considerados cobardes.

Capitán Murakami:
Cuando miro al cielo, donde empieza a romper la primavera
me pregunto cómo se sentirá mi madre
con sus delicadas manos llenas de sabañones. 
Alférez Koboyashi:
Mi madre me sonrió con valentía cuando partimos,
escondiendo el insoportable dolor del adiós
a su hijo que partía en un viaje hacia la muerte. 
El sacrificio supremo de dar la vida por su país y su emperador no esté tan lleno de romanticismo. No marchaban a la muerte llenos de valor y alegría. Como parte de su entrenamiento eran golpeados con brutalidad.

Alférez Irokawa:
El entrenamiento tenía lugar a diario. Me pegaban en la cara tan fuerte y tan a menudo que ya no se me reconocía...
Sería duro calcular cuánto soldados, en realidad, se alejaron del emperador y de la ideología imperial por este maltrato.
Los ataques kamikaze no fueron realmente una muestra de fanatismo ciego que despreciara la vida humana. Fueron una respuesta racional, según el punto de vista japonés, a las circunstancias excepcionales. Los ataques suicidas estaban dirigidos a causar el mayor daño con el menor coste de vidas humanas. 

domingo, 7 de marzo de 2021

Lesbianas en el III Reich

Desde el fin de la Gran Guerra y hasta los primeros años 30 del siglo XX en Alemania hubo una cierta relajación moral y legal que permitió a los homosexuales cierta libertad, sobre todo en clubes y cabarets de las grandes ciudades, como bien se refleja en el musical "Cabaret", la excelente película de Bob Fosse.

Cuando los nacionalsocialistas llegaron al poder acabarían con esa "libertad sexual" cerrando los cabarets y prohibiendo toda expresión de las lesbianas, como la revista "Die Freudin", considerada como obscena e inmoral. A partir de entonces el lesbianismo permanecería oculto, pero sin un excesivo control. Algo que sí hicieron con los hombres que fueron perseguidos e internados en campos de concentración.

Las leyes creadas por los nazis que prohibían las relaciones entre varones llevaron a la detención de 100.000 hombres de los que unos 50.000 fueron procesados y casi 15.000 terminarían en cárceles o campos de concentración marcados con un triángulo rosa. Más de la mitad de ello no saldrían vivos de los campos. Curiosamente entre las filas nazis había personajes abiertamente homosexuales como Ernst Röhm, el jefe de las SA, mandado asesinar por Himmler en la "Noche de los cuchillos Largos".

Felice Schragenheim y Elisabeth Wust
Para los nazis la mujer tan solo tenía el papel de esposa y madre. Las mujeres eran totalmente inferiores, incapaces de autonomía, siempre necesitadas de que un hombre les diera sentido y su lugar estaba claramente en el ámbito privado, no en cargos públicos. Sus tareas eran “Kinder, Küche und  Kirche” (Hijos, Cocina e Iglesia), por lo que el lesbianismo no era una amenaza seria ya que por su naturaleza eran dependientes del hombre. De este modo consideraban que la sexualidad femenina era pasiva. También ese supuesto lado frágil y emocional de las mujeres hacía que entre estas fueran comunes y aceptados los gestos de afecto de tal modo que sería complicado diferenciar los actos que eran delito y los que no.

A pesar de esa cierta permisividad, la vida de las lesbianas distaba mucho de ser tranquila. Hubo una persecución hacia las lesbianas que obligó a muchas de ellas a abandonar sus ciudades y hasta el país o a casarse, en muchos casos con amigos homosexuales, para así protegerse entre ambos. Alguno de estos matrimonios llegaron incluso a tener varios hijos y obteniendo la Ehrenkreuz der deutschen Mutter, la Cruz de Honor de la Madre Alemana. A pesar de ello, hay casos como el de Margot Liu, una lesbiana de Berlín casada con un chino que fue denunciada por su marido por su conducta sexual.   

Pocas lesbianas fueron a la cárcel, ya que por lo general, la policia no las solía clasificar en sus informes como homosexuales. Aun así en algunos casos fueron clasificadas como judías o gitanas, aunque algunas realmente no lo fueran. Otras eran fichadas por "subversión de la defensa nacional" o "sospechosa política", por lo que es difícil cuantificar cuántas lesbianas fueron enviadas a los campos de concentración y marcadas con el triángulo negro de los asociales.

Stolpersteine en recuerdo de Elli Smula en Berlín
Entre esas mujeres que acabaron en los campos de concentración está Felice Schragenheim, una judía que mantuvo una relación con Elisabeth Wust que estaba casada con un alto cargo nazi. Felice fue detenida por la Gestapo en 1944, y enviada al campo de Theresiendstadt, del que no volvió. Su relación fue llevada al cine en 1999 en la película "Aimée y Jaguar", escrita y dirigida por Max Färberböck.

Otros casos son los de Elli Smula, que denunciada por su propia empresa, que gestionaba los tranvías de Berlin, y deportada al campo de concentración para mujeres de Ravensbrück o Inge Scheuer, militar auxiliar desde 1943. Internada en el hospital psiquiátrico Brandenburg-Görden y posteriormente enviada tambien a Ravensbrück. En ese mismo campo se puso en 2015 una lápida en memoria de las lesbianas perseguidas y asesinadas allí, para para rescatar del olvido una historia que permaneció oculta durante décadas.

Para saber más:
Homosexuales en el III Reich de Abe S. Creutz
Amor y horror nazi. Historias reales en los campos de concentración de Mónica G. Álvarez
Journal of Cntemporary History
United States Holocaust Memorial Museum
Marcha
Merca2
Lootis