Hombres del 2º y 3º batallones de Marines Incursores se situaron a la vanguardia de una invasión que sería llevada a cabo por la 3ª División de Marines.
Los japoneses habían establecido defensas en Bougainville con cinco aeródromos y unos 40.000 soldados. Por ese motivo los planificadores eligieron comenzar la operación en el cabo Torokina, en la costa sudeste de la isla, rodeado de pequeñas y estrechas playas con un mar difícil y agresivo, alejadas del resto de la isla por montañas, pantanos y selvas. El peor sitio para un desembarco convencional, pero el mejor para un ataque por sorpresa de un grupo de comandos.
La sorpresa se hizo patente cuando los Marines desembarcaron y se encontraron con unos pocos cientos de soldados japoneses y un único cañón de 75mm como defensa, pues tan dura orografía hacía impensable un desembarco en esa zona de la isla. A pesar de ello los infantes japoneses defendieron valerosamente la posición ametrallando las barcazas de los Marines Incursores. El 2º batallón de Raiders tomó unas trincheras que se encontraban a unos 30 metros de la playa y el 3º se dedicó a asegurar un islote que se encontraba frente a la costa.
Para limpiar de francotiradores su camino, los Raiders emplearon tácticas poco usuales para la guerra en la selva. En ocasiones enviaban algún vehículo blindado ligero, que era un objetivo suculento para el soldado japonés, que en ocasiones se lanzan a bayoneta calada contra el vehículo, que lo aplastaba o liquidaba con sus ametralladoras. Si la selva era demasiado tupida para el paso de los vehículos utilizaban perros especialmente adiestrados para oler a los soldados japoneses, normalmente de raza pastor alemán o dóberman. Otras veces rociaban la maleza con ráfagas de ametralladora y volvían a disparar a los soldados aparentemente muertos, pues los japoneses solían fingir estar muertos para después atacar por la espalda o rendirse para luego abrir fuego o inmolarse con una granada.
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La Segunda Guerra
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