viernes, 25 de enero de 2019

La suerte de los civiles en Stalingrado

Cuando el 23 de agosto de 1942, los alemanes iniciaron su ataque a la ciudad de Stalingrado, prácticamente nada habían hecho las autoridades soviéticas para proteger a la población. Ante el avance de las tropas alemanes, se movilizaron a todos los hombres y mujeres de 16 a 55 años. Mientras unos debían cavar trincheras y zanjas antitanques, otros eran armados en batallones de trabajadores, a pesar de la gran escasez de armas.

civiles en StalingradoLas chicas de la organización juvenil del PCUS, el Komosomol, colaboraban en la defensa antiaérea en la que tendrían un papel destacado.

Mientras se trabajaba en la defensa de la ciudad de Stalin, se creaban tribunales sumarios para juzgar lo que las autoridades calificaban de "Falta de Patriotismo", como ocurría en toda Rusia. Se decidió que no se evacuaría a la población civil, con la finalidad de no debilitar la moral.

El mismo día de la ofensiva a la ciudad, 600 aviones alemanes dejaron caer sus bombas sin apenas respuesta soviética causando 40.000 muertos, según las cifras soviéticas. Las bombas incendiarias convirtieron la ciudad en una humeante ruina, que más adelante sería muy útiles para su defensa.

Al día siguiente se ordeno la evacuación de los civiles "no necesarios". La gente tenía miedo y todos intentaban huir. Para evitar una huida masiva el general soviético Andréi Yeremenko estableció la ley marcial y ordenó al NKVD controlar todos los embarcaderos del Volga. Nadie podría abandonar Stalingrado sin su autorización.

civiles en StalingradoDebido a que los militares tenían prioridad, la evacuación duró semanas. Por ello y por el retraso al darse las ordenes la evacuación no llegó a todos. Es imposible saber a ciencia cierta cuantos civiles se quedaron en Stalingrado, aunque muchos de los que quedaron en la zona controlada por los soviéticos salieron con cuentagotas. Los que no pudieron salir, en su mayoría mujeres y niños, sufrieron un calvario.

Escondidos en sótanos, cuevas y en las alcantarillas que daban al Volga, pasaron padecimientos inenarrables. Las enfermedades, como la disentería o la sarna, y el hambre hicieron estragos, sin contar las incesantes explosiones de las bombas. Hay quien afirma que hubo casos de canibalismo como en Leningrado.

Algunos civiles realizaron labores de enlace para el ejército y consiguieron buenas raciones. Aunque era habitual que algunas unidades adoptaran algún huérfano, poco más hizo el Ejército Rojo por los civiles.

Los civiles de las zonas controladas por los alemanes realizaron tareas auxiliares. Muchas mujeres tuvieron que prostituirse para poder conseguir una pocas migajas. En varias ocasiones los civiles fueron utilizados como escudos humanos.

El Alto Mando alemán dio la orden de que se expulsara a los civiles de la ciudad. Se realizaron redadas con las que se enviaron a unos 60.000 a Alemania como mano de obra esclava y se ejecutaron a otros 3.000.

El 2 de febrero de 1943, cuando acabo la batalla por la ciudad, en Stalingrado solo había 1.515 civiles con vida en un estado lamentable.

Para saber más:
Stalingrado: la batalla decisiva, de Geoffret Jukes
Historias Segunda Guerra Mundial
El Confidencial
Infobae
ABC
Libertad Digital
DW

jueves, 17 de enero de 2019

Los túneles de la vida... y la muerte

Poco después de comenzar la conocida como segunda guerra chino-japonesa, desarrollada entre julio de 1937 y septiembre de 1945, los aldeanos chinos hicieron todo lo posible para huir de las tropas japonesas.

Para poder escapar del ejército japonés los campesinos excavaron cuevas y sótanos bajo sus humildes viviendas. Pero los soldados nipones las terminaron por descubrir. Debido a ello los chinos empezaron a conectar unos refugios con otros construyendo unas complejas redes de túneles que también fueron descubiertos por los japoneses, que los bloquearon con explosivos o los inundaron. De este modo los chinos se vieron obligados a abandonarlos.

Con paciencia e ingenio, los chinos ampliaron el sistema conectando unas aldeas con otras a través de kilómetros y kilómetros de túneles que se extendían por regiones enteras. De este modo, además de hallar refugio y poder escapar a otra aldea, sirvió para poder atacar y eliminar a un buen número de soldados japoneses. Finalmente sus técnicas se volverían contra ellos.

Tras permitir acceder a las galerías a los enemigos, los chinos cerraban los accesos y las inundaban, atrapando en ellas a los soldados. Además, en algunos tramos, dejaban caer puertas trampa tras las tropas que se atrevían a entrar en la red de túneles y también montaban grandes hogueras en las entradas para que los soldados murieran asfixiados por el humo.

Para el pueblo chino, inventor de la pólvora y un gran aficionado a la pirotecnia, los explosivos no tiene secretos para ellos. Así pues, los corredores fueron minados con explosivos controlados a distancia y para poder reconocer entre amigo y enemigo, también a distancia, se recurrió a observar sus pies. Era muy sencillo. Si llevaba botas claramente era un soldado japonés ya que el aldeano o iba descalzo o calzaba una sencilla sandalia. Además se minaron muchos caminos de acceso a las aldeas.

Los japoneses fueron aprendiendo de sus errores e igualmente crearon sus trampas para cazar a los chinos, como tomar un cerdo, atarlo a un tubo con un gas mortal, mojarlo con gasolina y posteriormente prenderle fuego. El pobre animal aterrorizado y dolorido corría despavorido por el túnel hasta llegar a un lugar donde hubiera refugiados. Los aldeanos encontraron la solución al problema creando fosos que llenaban de agua, donde caían los pobres cerdos.

Mientras se creaban toda esta serie de trampas mortales, se construyeron pasadizos paralelos a mayor profundidad para alojar en ellos a los aldeanos.

La lucha bajo tierra fue atroz. Miles de campesinos fueron victimas de los japoneses y miles de japoneses tuvieron el mismo destino.

Estas técnicas fueron muy utilizadas por el ejercito japonés en las islas como Peleliu, Okinawa o Iwo Jima para detener el avance norteamericano en el Pacífico y el Vietcong durante la Guerra de Vietnam.

Para saber más:
La Segunda Guerra Mundial, de Ed. Codex.
EcuRed
ArteHistoria
Wikipedia

jueves, 10 de enero de 2019

Las chicas de la Sección F

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Sección F (Francia) de la Dirección de Operaciones Especiales (SOE) británica lanzó sobre Francia a 39 mujeres para colaborar con la Resistencia.

Vera Atlkins
Vera Atlkins
La primera de estas mujeres fue Virginia Hall, una norteamericana. Tras ella se unieron otras valientes que formaron un grupo conocidas como las "Chicas de Atkins", por Vera Atkins, la jefa del grupo de mujeres de la Sección F. Atkins, parecía una auténtica británica, pero en realidad era de Rumanía donde vivió hasta 1937 cuando tuvo que huir con parte de su familia perseguida por sus raíces judías. Su apellido era Rosemberg, pero lo cambió por el de su madre Etkins cambiando la primera letra. Entro en el SOE en 1941.

Vera Atlkins se consideraba especialmente responsable de sus chicas, aunque la mayoría tenían más de treinta años, ya que las mujeres tenían menos probabilidades de sobrevivir que los hombres.

Maurice  Buckmaster, el superior de Atkins y ella misma, buscaban mujeres que hablaran con total fluidez el francés.

Una de las chicas de la Sección F era Eileen Nearne, que estudió en Francia y volvió a Gran Bretaña en 1940 cuando los alemanes invadieron el país galo. Con apenas 22 años se unió a la Sección F a pesar de las reticencias de su hermana mayor, Jackeline, que ya era por entonces correo de la SOE en Francia. Poco después de llegar fue capturada y torturada por la Gestapo y enviada a un campo de concentración en donde sobrevivió a duras penas y que la dejó totalmente traumatizada.

Noor Inayat Khan
Noor Inayat Khan
Ivonne Cormeau era una de la mejores "pianistas" de la Sección F y desarrolló su trabajo como operadora de radio durante más de un año, cuando la mayoría de las operadoras no duraban más de uno o dos meses en ser capturadas o relevadas ante el riesgo de ser capturadas. Cormeau dejó a su hija pequeña a cargo de unos amigos y en 1943 saltó en paracaídas sobre la Francia ocupada. Para evitar que la descubrieran cambiaba a menudo de ubicación cargando siempre con su radio escondida en una maleta. Luego la zona que cubría fue liberada por las tropas aliadas.

Noor Inayat Khan, descendiente de la realeza india, predicaba la no violencia. Concertista y escritora de libros infantiles tuvo que huir a Londres tras la invasión alemana de Francia. En Gran Bretaña fue formada como operadora de radio y se convertiría en la primera "pianista" en Francia.

Entre las "chicas" de la Sección F ya había algunas expertas espías antes de ser reclutadas. Cristine Granville, nacida en Varsovia, perdió a su madre judía a manos de los nazis y como venganza trabajo como correo del SOE y actuó como enlace entre la resistencia polaca y la inteligencia británica.

Otra aguerrida espía fue la neozelandesa Nancy Wake que vivía en Marsella al estallar la guerra. Durante mucho tiempo se dedicó a ayudar a pilotos aliados abatidos y a refugiados que huían de los nazis a escapar. Ella misma tuvo que huir a Gran Bretaña cuando era perseguida por la Gestapo. Tiempo después fue enviada de nuevo a Francia para suministrar armamento al maquis con los que combatió. Para los duros maquis era uno de ellos y decían que Wake luchaba como cinco hombres.

Cristine Granville
Cristine Granville
Violette Szabo, considerada en la Sección F como la más valiente de todas ellas, fue arrestada en 1944 después de mantener un duro tiroteo con sus perseguidores alemanes para ayudar a escapar al líder de los maquis. En enero de 1945 fue ejecutada y se unió al grupo de las trece mujeres de la Sección F que nunca regresaron con vida a Gran Bretaña. Durante su servicio en Francia realizó sabotajes de puentes y carreteras y enviaba informes regulares a Londres.

Casi una de cada cuatro agentes murieron, y el riesgo de que fueran detenidas, torturadas y luego ejecutadas era muy alto sobre todo en lugares con una importante presencia de la Gestapo, como en París. Antes de partir se les entregaban una cápsulas de cianuro para que se suicidaran en el caso de que fueran capturadas por las fuerzas de ocupación.

Para saber más:
A Life In Secrets: Vera Atkins and the Lost Agents of SOE, de Sarah Helm
Young, Brave and Beautiful, de Tania Szabo (las últimas ediciones el libro se titula "Violette"). Gracias a Sonsoles Moreno por la recomendación.
The Toast
Exordio
Historia y Vida
Orden de batalla
El País
El Confidencial

sábado, 5 de enero de 2019

Lectura recomendada: Grandes atrocidades de la Segunda Guerra Mundial

El historiador Jesús Hernández recientemente ha publicado "Grandes atrocidades de la Segunda Guerra Mundial" en el que hace un repaso por algunas de las barbaridades cometidas durante la contienda.

Jesús Hernández se está convirtiendo entre los aficionados a la Segunda Guerra Mundial en el Anthony Beevor ibérico. Después de comenzar hace ya la friolera de 18 años con un grupo de MSN sobre la Segunda Guerra Mundial comenzó su andadura literaria con un libro de anécdotas sobre la contienda, "Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial" y ha logrado convertirse en uno de los expertos que mejor se documentan sobre este conflicto.

Un buen ejemplo de su buen hacer y su conocimiento sobre el conflicto mundial es su última obra, "Grandes atrocidades de la Segunda Guerra Mundial". En el libro entra en un asunto en muchas ocasiones controvertido.

Como Jesús dice en la introducción, el libro no pretende "dar satisfacción morbosa por el sufrimiento ajeno" sino contar lo que sucedió y aportar datos importantes aunque algunos sean escabrosos o desagradables.

Como ya son bastante conocidas las atrocidades cometidas por los nazis el libro toca más las cometidas  por otras naciones que participaron en el conflicto mundial. Incluso los países invadidos por los nazis no se libran de la pluma de Jesús, que describe la Matanza de Jedwabne llevada acabo por los propios polacos. Tampoco se olvida de Japón y sus atrocidades contándonos las cometidas en Nankin, China.

Los aliados tambien cometieron sus actos atroces (muchos contados en este blog). La unión soviética masacró a prisioneros polacos en el bosque de Katyn o deportaron a ciudadanos polacos a Siberia. Estados unidos tambien tiene las suyas, como la matanza de Biscari durante la liberación de Sicilia, los campos de la muerte de Eisenhower o el internamiento en campos de concentración a los norteamericanos de origen japonés.

Los enumerados y otros más hasta llegar a doce se pueden encontrar en esta obra necesaria para conocer los crímenes cometidos tanto por el Eje como por los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial.

Para saber más:
Editorial Almuzara
Es La Guerra (blog de Jesús Hernández)