Finalmente un alto oficial del mando de bombardeo decidió consultar al estadístico húngaro Abraham Wald:
“¿En qué parte del fuselaje debían reforzar el blindaje a los bombarderos?”La respuesta fue:
"En las zonas en las que los aviones no hayan recibido impactos de proyectil."La recomendación de Wald puede parecer extraña pero sus motivos eran sólidos: los británicos sólo eran capaces de analizar los impactos de bala en los aviones que volvían a Inglaterra. Aquellos que eran derribados en territorio enemigo no podían ser analizados, de modo que la información procedente de sus agujeros se perdía para siempre.
Se analizaron los daños recibidos por los aviones que sí regresaban dañados a sus bases. En realidad, esos impactos mostraban las zonas en las que el avión podía permitirse recibir impactos. En otras palabras, las zonas indemnes de los supervivientes mostraban dónde debían haber recibido los disparos los aviones perdidos para ser derribados por las baterías alemanas.
Wald asumió que las balas se disparaban al azar y no con intención de atacar una parte concreta del avión.
Las baterías antiaéreas disparaban a modo de cortina de fuego y, de vez en cuando lograban derribar un avión inglés.

En consecuencia, y tomando en cuenta este interesante aspecto, los agujeros en las alas mostraban que esa zona del fuselaje del avión era resistente, por lo que por lógica era mucho mejor blindar el resto del aparato.
Para saber más:
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