Al parecer este cambio de actitud tan radical se debe a que el propio Pío XII elaboró un arriesgado plan para asesinar a Hitler.

Por entonces el Vaticano no tenía un servicio de inteligencia como podría ser el Abwehr alemán o la OSS norteamericana, pero contaba con sacerdotes, monjas (sobre todo dominicos y jesuitas) y un nutrido número de católicos dispuestos a colaborar con el Vaticano y ayudar a los Aliados, además de colaborar en redes clandestinas que ayudaran a escapar a los perseguidos por el III Reich. Aún así debían de trabajar con gran cautela, ya que una parte de la iglesia alemana, apoyaba a Hitler. Quizás gracias a esos apoyos y a la tibieza de Roma, Hitler permitió que la Iglesia católica siguiera activa en Alemania, aunque no hizo lo mismo en algunos de los territorios que invadió. Como en Polonia, donde ordenó acciones violentas contra la iglesia polaca.

Para actuar como enlace entre el Abwehr y Roma se recurrió al abogado Josef Müeller, ferviente católico y un feroz opositor al III Reich, aunque casi hasta el final de la guerra lo supo mantener oculto. Hasta Himmler, que inicialmente sospechaba de el, intentó reclutarlo como agente doble para la Gestapo aunque Müeller declinó el ofrecimiento, convenciendo a Himmler de que era un agente del Abwehr y que no quería traicionar a Canaris.
Durante toda la guerra Müeller utilizó hábilmente su bufete de abogados como una oficina de información para el Vaticano. La posición social, ganada como gran abogado, y héroe de guerra, le ayudó a establecer una red de espías que incluía personas de todos los ámbitos de la sociedad alemana, incluso tenía a algunos miembros de las SS en nómina.
Müeller hizo llegar al papa un informe con las atrocidades de los nazis en Polonia, que a su vez Pío XII envió a los británicos para convencerlos de había un complot de la resistencia alemana para acabar con Hitler y que aceptaran una paz justa tras acabar con Hitler y que la operación se mantuviera totalmente en secreto. El por entonces Primer Ministro Neville Chamberlain, lo apoyó pero su sucesor, Winston Churchill, nunca confío del todo en lo rebeldes nazis y en que llegaran a llevarlo a cabo.

Hitler respetó la posición neutral del Vaticano, pero como represalia por el arresto de Mussolini, en julio de 1943. Hitler estudió la posibilidad de invadirlo, y arrestar a Pío XII o incluso asesinarle para que no cayera en manos de los Aliados que estaban avanzando desde el sur de Italia.
Escúchalo en el podcast LA TRINCHERA, en ivoox:
Para saber más:
Church of Spies. The pope's secret war against Hitler, de Mark Riebling
El Papa de Hitler: La verdadera historia de Pio XII, de John Cornwell
Archivos vaticanos
The Washington Times
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