domingo, 27 de marzo de 2022

El programa espacial nazi

Antes de la llegada de los nazis al poder había gran interés entre muchos científicos alemanes en el desarrollo de la tecnología aeroespacial y durante el reame alemán anterior al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Hitler se documentó sobre la tecnología de los cohetes y en especial del poder destructivo de un arma de sus características.

El programa espacial nazi
El Führer era un gran entusiasta de las Wunderwaffe y estaba convencido de que estas darían la victoria a Alemania. Casi cualquier arma, por insólita que pareciera, merecía el interés de Hitler. Incluso algunas las apoyó sin reservas. Hitler, era consciente de la importancia militar de los cohetes y dio las órdenes oportunas para que se investigara al máximo nivel. 

Ya desde 1914 se investigaba y experimentaba en cohetería. En ese año el físico estadounidense Robert Goddard registro una patente para un cohete de varias etapas y otra para el uso de combustibles líquidos en los cohetes. Estas ideas del estadounidense despertaron el interés de muchos científicos, como el austro-húngaro Hermann Oberth que tras diversos contactos con Goddard publicó en 1923 un trabajo propio sobre el uso de cohetes para viajar al espacio.

En 1929 Oberth, con la colaboración de un joven Wernher Von Braun, probó un primer motor de combustible líquido para cohetes.

Los trabajos de Oberth sirvieron para inspirar la creación de diversas asociaciones de aficionados a los cohetes, como la Sociedad para los Viajes Espaciales.

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Esta asociación logró en 1930 la financiación del ejército alemán gracias a que la cohetería no estaba contemplada en las restricciones militares impuestas por el Tratado de Versalles. Gracias a esta inversión en 1932 lograron construir y probar un cohete que podía alcanzar más de un kilómetro de altitud.

El ejército cada vez mostraba más interés en los cohetes y en su utilización como arma de guerra y construyó unas instalaciones de ensayo en Kummersdorf, en Berlín. Unas instalaciones en las que Von Braun estuvo trabajado en un motor de combustible líquido y dónde en 1934 lograron lanzar dos cohetes denominados A-2. Uno de ellos alcanzó una altitud de más de 3,5 kilómetros.

Las instalaciones se trasladaron a Neuhardenberg en 1937 y comenzaron las pruebas para la creación de un avión con propulsión por cohetes. A mediados de año se realizó el primer vuelo de prueba de un Heinkel HE-112 equipado con un cohete montado en la cola de la aeronave.  El Heinkel HE-112 fue uno de los tres cazas que compitieron contra el Messerschmitt Bf 109 para conseguir el contrato de un caza para la Luftwaffe en 1933.

Aunque no resultó un experimento viable, las pruebas con el HE-112 mostraron las grandes posibilidades que tenían los cohetes.

Mientras se trabajaba en Neuhardenberg, se creó en una isla del báltico las más importantes instalaciones de investigación de alta tecnología del III Reich. Era el Centro de investigación Militar de Peenemünde. Tras su creación se concentró a todos los ingenieros de cohetes de Alemania, a la vez que se prohibió toda investigación civil. 

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En Peenemünde, Von Braun comenzó la investigación de los cohetes A-3, aunque fue el A-4, conocido como V-2, el que culminaría con éxito.

El primer lanzamiento con éxito total de un A-4/V-2 se logró en 1942, alcanzando los 80 kilómetros de altitud. Comenzando su fabricación en 1943, el cohete V-2 disponía de un motor capaz de trasportar una carga explosiva de una tonelada y en 1944 comenzó a demostrar su poder destructivo en Londres y Amberes. De este modo se convertiría en el primer misil balístico de la historia.

El A-4 fue solo el principio de un fructífero avance en los cohetes. Se creó el A-9, una evolución del A-2 con aletas que le daban más alcance y el A-10, uno de los primeros cohetes con etapas. El A-10 pesaba 16 toneladas y medía 20 metros de alto. Los cohetes A-9 y A-10 tendrían como objetivo los Estados Unidos, pero el principal escollo de su diseño era el sistema de guiado

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Para solucionar el problema del guiado se decidió modificar un cohete para que pudiera ser tripulado. Sin pretenderlo fue el primer paso para las naves espaciales, pero no se llegó a efectuar ningún lanzamiento. 

Hasta aquí llegaban los planes para cohetes suborbitales, pero se trabajó en los A-11, de tres etapas y A-12 con cuatro, que podrían realizar vuelos orbitales. Estos planes quedaron apartados cuando la guerra estaba prácticamente perdida y se centraron en la producción y mejora de los cohetes V-2.

Otro interesante ingenio que se desarrolló en Peenemünde fue el Silbervogel, un avión que sería capaz de llegar al espacio suborbital para recorrer grandes distancias y poder bombardear Estados Unidos y luego regresar a su base. El Silbervogel, cuyo sobrenombre fue Amerika Bomber, tendría que usar un monorrail que le darían los 1900 km/h que necesitaba para despegar. Antes de un minuto entraría en funcionamiento el motor de propulsión del propio avión y 8 minutos después alcanzaría una trayectoria suborbital camino de su blanco. El proyecto no podía ser viable ya que en esa época se desconocía el problema de la reentrada en la atmosfera

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Obviando el uso militar del V-2 y los diseños posteriores, este primer cohete se convertiría en la base sobre la que se edificaría el futuro de la carrera espacial y los científicos detrás de estos cohetes se convertirían en los más deseados por las dos grandes potencias, captados por planes como la Operación Overcast, dentro de la más compleja Paperclip, por parte estadounidense. Los soviéticos hicieron lo propio con la Operación Osoaviakhim. De hecho, un V-2 mejorado fue el cohete que realizó la primera fotografía de la tierra desde el espacio, a 140 kilómetros de la tierra.

En julio de 1969, los sueños y el trabajo de Von Braun y sus colegas llevaron al hombre a la Luna en el Apolo 11. Los primeros en enviar un hombre al espacio fueron los soviéticos con Yuri Gagarin en abril de 1961.

Para saber más:
Historia espacial: Recuento histórico de su evolución y desarrollo, de Laura Cortés Robayo 

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