domingo, 12 de febrero de 2023

El relojero de Scapa Flow

El 19 de septiembre de 1939 un relojero de Kirkwall, al norte de Scapa Flow, envió una carta que llevaba una información vital que indicaba el modo de entrar en la base naval británica. Dos días después cerró su tienda y se marchó con la excusa de la muerte de uno de sus progenitores. El relojero desapareció y no volvió a abrir su relojería. En su casa apareció un horario de trenes y algo de dinero para su sirvienta.

El relojero de Scapa Flow
El relojero era Alfred Wehring, un alemán de 50 años originario de Hannover y veterano de la Marina Imperial Alemana. En 1921 ingresó en el servicio secreto y cuatro años más tarde se cambió el nombre por el de Karl Müller y trabajó en una fábrica de relojes. En 1929 siguió con la relojería en suiza bajo el nombre de Albert Oertel y un año después se estableció en Londres y continuó con los relojes. En 1932 consiguió la nacionalidad británica y en 1933 se fue a vivir a Kirkwall cerca de la base naval de Scapa Flow. 

Gracias a su simpatía y su negocio conoció a toda clase de gente de la que consiguió información importante sobre corrientes, mareas, campos de minas y horarios de la entrada y salida de los navíos que fueron de gran importancia para que Günter Prien consiguiera entrar y llevar a cabo con éxito su misión en Scapa Flow. La base era uno de los principales fondeaderos de la Home Fleet y se consideraba inexpugnable. Para los germanos tenía además una importancia simbólica ya que los marinos del káiser que habían hundido allí sus propios buques, tras ser apresados al final de la Gran Guerra.

El relojero de Scapa Flow
Tras su desaparición se creyó que tras espiar para el ataque a la base de submarinos aportó los nombres de varios espías que lo ayudaron y había huido a bordo del submarino U-47, según afirmó Kurt Singer en el diario alemán Der Kurier, en diciembre de 1947. El servicio de información del almirantazgo británico investigó los tres nombres que usó y ninguno de ellos aparecía en los listados de los servicios de inteligencia alemanes, ni en la marina alemana ni en los cuadernos de bitácora del U-Boot. No parecía en ningún lado.

Esta historia apareció en el Saturday Evening Post, el 16 de mayo de 1942, en un artículo titulado "U-Boat Espionage" firmado por Curt Martin Riess. Digna de una novela de espías como “Ha llegado el Águila”, no es más que un bulo que se llegó a publicar en diversos libros de historia hasta comienzos de los años 70 cuando el estudio "El juego de los zorros" de Ladislas Farago desmontó por completo la historia. Aunque a estas alturas del siglo XXI se coincida en que todo es un embuste, aún sigue apareciendo de vez en cuando

El relojero de Scapa Flow
Los cierto es que ya en la Gran Guerra se intentó entrar en la bases naval, pero sin éxito. La protección de las instalaciones se debía, en gran parte, a las fuertes corrientes y los estrechos canales de acceso. A esto hay que sumar que habían añadido redes antisubmarinas y campos de minas combinados con barcos hundidos. Todo esto parecía suficiente para que fuera imposible la infiltración de un submarino sumergido. Pero cualquier defensa tiene sus brechas y la Kriegsmarine las descubrió gracias a las informaciones del U-14, un buen número de fotografías aéreas y al estudio de la cartografía. El punto débil era el paso de Kirk Sound y por allí entró y salió Gunter Prien con su U-47 tras hundir al acorazado HMS Royal Oak.


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