viernes, 26 de octubre de 2012

El fotógrafo de Auschwitz

“Siéntese cómodamente, relájese y piense en la patria”. El teniente de la SS Maximilian Grabner sonrió entonces con el gesto dulce inmortalizado por el fotógrafo Wilhelm Brasse. Los presos políticos de Auschwitz llamaban a Grabner “Dios nuestro señor”, porque torturaba y fusilaba con tanta iniquidad que hasta la SS investigó sus actividades.

El castigo le llegó con la derrota alemana, en forma de una condena a muerte por 25.000 asesinatos. El de Grabner sería uno de los pocos retratos amables que Brasse pudo hacer durante su encierro en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, donde le obligaron a trabajar en el “servicio de identificación”. Entre sus tareas estaba retratar a las víctimas de los experimentos científicos del médico nazi Josef Mengele. En total, unos 50.000 documentos de la vida y la muerte en el campo donde los nazis asesinaron a más de un millón de personas. Este encargo salvó su vida.

Brasse nació en 1917 en Żywiec. Cuando comenzó la invasión alemana de Polonia en 1939 estaba en el Ejército polaco. Tras la derrota fue apresado y como sus antepasados paternos eran austríacos y él hablaba el alemán, los alemanes le propusieron alistarse en la Wehrmacht. Se negó porque se “sentía polaco y era polaco”. El 31 de agosto de 1940 lo enviaron al campo de concentración de Auschwitz.

Le dieron el uniforme de interno y, a golpes, le forzaron a saltar en el patio con otros presos, para humillarlos. “Jugaban con nosotros como si fuéramos animales”. Los judíos “simplemente eran asesinados”. Brasse pasó dos semanas de cuarentena y algunas más de trabajos forzados. Después, trabajó en la cocina por ser bilingüe y actuar como intérprete. En 1941 lo llamaron al despacho del comandante de Auschwitz, Rudol Höß. Los jefes nazis buscaban un fotógrafo y lo eligieron a él.

Como tenía que tratar con los alemanes, éstos le facilitaban ropa y le permitían lavarse “para no molestarlos con mal olor”. La suerte de Brasse fue la manía alemana por documentarlo todo con prolijidad, hasta sus brutalidades.

Lo que mas le atormentó al finalizar la guerra fueron las chicas judías que sufrieron los experimentos del doctor Mengele. El propio médico de Auschwitz lo felicitó por el trabajo a través de su jefe en el campo: “Las fotos son exactamente lo que necesitamos”.

Tras sobrevivir a una de las “marchas de la muerte” de prisioneros de los nazis, Brasse regresó a su ciudad natal en Polonia, donde murió a los 95 años.

Para saber más:
El País
El País

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