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domingo, 14 de julio de 2013

La propaganda nazi al servicio del Führer

La necesidad de un pueblo de tener líderes con carisma, que lleguen a las masas, ofrece un terreno perfecto para la propaganda. A través de una imagen pública cuidadosamente organizada de Adolf Hitler, líder del Partido Nacionalsocialista durante el período políticamente inestable de la República de Weimar, los nazis explotaron esta necesidad para afianzar su poder y promover la unidad de la nación alemana.

La propaganda nazi al servicio del FührerLa propaganda logró el rápido ascenso del Partido Nacionalsocialista hasta alcanzar el poder en el Reichstag alemán. El material de las campañas electorales de la década de 1920 y 1930, y las apariciones públicas de los lideres nazis, se unieron para crear un “culto al Führer” en torno a Adolf Hitler. 
Su fama creció a través de los discursos que pronunciaba en las grandes concentraciones, los desfiles y la radio. Incluso se utilizaron los Juegos Olímpicos de Berlín como una inmensa plataforma propagandística a nivel internacional. Llegando a ser "Hombre del Año" para la revista TIME y propuesto para el Premio Nobel de la Paz en 1939 por el parlamentario sueco, E.G.C. Brandt, por su contribución en los acuerdos de Múnich de 1938.

La propaganda de la Primera Guerra Mundial influencio al joven Hitler, que sirvió como soldado en el frente de batalla hasta 1918. Hitler estaba totalmente convencido de que Alemania había perdido la guerra, entre otras cosas, como resultado de la propaganda enemiga en una especia de "puñalada por la espalda". Hitler suponía que los vencedores de la Primera Guerra Mundial habían recorrido las calles con mensajes claros y simples que alentaban a sus propias fuerzas y debilitaban el deseo alemán de combatir. Hitler controló el poder de los símbolos, la oratoria y la imagen, y formuló eslóganes para su partido político que eran simples, concretos y conmovedores para llegar a las masas.

Hitler tuvo siempre muy claro que "la propaganda es un arma verdaderamente terrible en manos de un experto". Para ello había que controlar todos lo medios de comunicación y nombró a Joseph Goebbels, como ministro de Ilustración Pública y Propaganda del Reich.  

En Mein Kampf (su autobiografía política), Hitler se plantea: "¿A quién debe dirigirse la propaganda? ¿A los intelectuales o a la masa menos instruida? 

El mismo responde. ¡Ella debe dirigirse siempre y únicamente a la masa!(..). La tarea de la propaganda consiste(..), en atraer la atención de las masas sobre hechos y necesidades... Toda propaganda debe ser popular, y situar su nivel en el límite de las facultades de asimilación del más corto de alcances de entre aquellos a quienes se dirige(..). La facultad de asimilación de la masa es muy restringida, su entendimiento limitado; por el contrario, su falta de memoria es muy grande. Por lo tanto, toda propaganda eficaz debe limitarse a algunos puntos fuertes poco numerosos, e imponerlos a fuerza de fórmulas repetidas, por tanto tiempo como sea necesario, para que el último de los oyentes sea también capaz de captar la idea." "La finalidad de la propaganda no consiste en compulsar los derechos de los demás, sino en subrayar con exclusividad el propio, que es el objeto de esa propaganda". 

"La gran masa cede ante todo al poder de la oratoria". La palabra es fundamental porque solo esta "es capaz de incoar grandes evoluciones, y esto debido a simples razones de orden psicológico". Y en el uso de la oratoria Hitler terminó siendo un maestro que cautivaba a las masas.

Con esas premisas, entre 1933 y 1945, los propagandistas nazis describen a su Führer como la personificación viviente de la nación alemana, que irradiaba fuerza y una inquebrantable devoción por Alemania. Los anuncios públicos reforzaban el concepto de Hitler como el salvador de una nación alemana derrotada por los términos del Tratado de Versalles.

La propaganda nazi al servicio del Führer
El culto a Adolf Hitler fue un fenómeno masivo fomentado deliberadamente. Tanto los propagandistas nazis como los artistas producían pinturas, letreros y bustos del Führer, que luego eran reproducidos en grandes cantidades para ser colocados en lugares públicos y en los hogares. La editorial del Partido Nazi imprimió millones de copias de Mein Kampf en ediciones especiales, incluyendo ediciones para recién casados, con lo que Hitler amasó una importante fortuna.

La propaganda nazi idolatraba a Hitler como un gran político que traería estabilidad, crearía puestos de trabajo y restauraría la grandeza de Alemania (representada principalmente en la construcción de grandes obras públicas). Bajo el régimen nazi los alemanes debían mostrar lealtad pública al Führer con gestos como saludar o despedirse al grito de “¡Heil Hitler!” con el brazo extendido en alto. No acatar religiosamente esta ideología significaba la condición de traidor a Alemania y al Führer.

Para saber más:
Mein Kampf, de Adolf Hitler

domingo, 6 de noviembre de 2022

Trece minutos para matar a Hitler

El 8 de noviembre de 1939, oculta dentro de una columna en el centro de la cervecería Bürgerbräukeller, en la que los jerarcas del partido nazi conmemoraban su fallido golpe de Estado de 1923, una bomba esperaba a Adolf Hitler.

En la cervecería Bürgerbräukeller, en Múnich, con una capacidad para más de 1800 personas, se realizaban mítines políticos y era un lugar de reunión de miembros del Partido Nacionalsocialista alemán (NSDAP), que incluían al mismísimo Führer, Adolf Hitler, y sus discursos incendiarios.

Durante 30 noches, el carpintero de ideología comunista Georg Elser se se quedó escondido en el interior del local. Cada noche trabajó concienzudamente para crear un hueco oculto en una de las columnas de la cervecería para camuflar una bomba con un mecanismo de relojería. Tras finalizar su trabajo, puso en marcha el mecanismo de relojería y se dirigió a Suiza.

Por cosas del destino o de la providencia, de la que Hitler haría gala en más ocasiones, el discurso de Hitler fue más breve de lo habitual y abandonó el local mucho antes que de costumbre. Pasadas las las 21 horas el Führer ya había abandonado el local. Trece minutos después, la bomba explotó y ocho personas fallecieron casi al instante y provocó varios heridos más.

Si el reloj de su artefacto casero hubiera estado programado para solo 13 minutos antes la historia del mundo hubiera sido muy diferente. Pero Elser quiso que la explosión llegara en el culmen del discurso del Führer. Una manera épica de acabar con el hombre que llevaría a Europa a la mayor guerra del siglo XX.

Elser fue detenido en la frontera y puesto en manos de la Gestapo. Tras ser torturado e interrogado, fue trasladado a los campos de concentración de Sachsenhausen y Dachau catalogado especialmente como "Prisionero especial del Führer" para ser juzgado en un juicio al final de la guerra junto a otros prisioneros que tenían su misma categoría. En los interrogatorios se le intentó relacionar con los servicios secretos británicos o con el opositor nazi Otto Strasser, pero todo lo llevó a cabo el solo. fracasaron.
Debido a que la guerra llegaba a su fin y Alemania estaba derrotada, el 9 de abril de 1945, fue asesinado en Dachau de un frio tiro en la nuca.

En las actas del interrogatorio de Georg Elser, encontradas en 1964, afirmó a sus interrogadores:
Quería evitar la guerra.
Nunca dudé de lo que hacía.
Tras este atentado, Hitler fue objeto de al menos 41 tentativas de asesinato. La más famosa fue la llevada a cabo por el Coronel Claus von Stauffenberg, el 20 de julio de 1944 en la Guarida del Lobo.​

En la Wilhelmstraße 49 de Berlín, antiguamente centro de poder nazi, se encuentra una silueta de su rostro en acero y 17 metros de altura erigido en su memoria en 2011. Muy cerca se encontraba el Führerbunker. Donde Hitler acabó con su vida en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.
En el lugar en el que se encontraba la cervecería Bürgerbräukeller hay una placa que recuerda a Georg Elser.

Para saber más:
ABC
El Diario
Wikipedia
Curiosity Beer
El Gran Capitán

martes, 5 de marzo de 2013

Correspondencia dirigida al Führer

Gran parte de la correspondencia que llegaba a la cancillería privada de Hitler se trataba de felicitaciones y peticiones, consejos o enérgicas protestas. A Hitler le escriban de todas las clases sociales y profesiones, miembros de su partido e incluso judíos.

Había ciudadanos que realmente creían amar al Führer. Para algunos era la reencarnación del Mesías, otros lo veían como la reencarnación del mal.

El número de cartas que recibió son también refleja su popularidad: en los tres primeros meses de 1933 recibió 3.000 misivas, coincidiendo con su llegada al poder y a finales de año llegaron a 5.000. En 1934 fueron 12.000, y en 1941, otras 10.000. En abril de 1945, por su cumpleaños, menos de 100 personas le felicitaron por su onomástica.

El contenido también fue cambiando. En 1932, muchos creían que Hitler era la única solución. Entre 1933 y 1934 empezaban las criticas, varios judíos se quejaban de su marginación en la sociedad alemana. Según se iba fortaleciendo la dictadura nacionalsocialista, entre 1935 y 1938, la correspondencia se iba llenando de una creciente admiración.

Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, el carácter de las cartas adquieren un tono muy radical, muchas de ellas le exigían la aniquilación total de los judíos e incluso muchos pretendían aprovecharse de la desgracia ajena, como agenciarse parte de los bienes confiscados a los judíos deportados.

Tras la dura derrota de Stalingrado, no llegaron apenas cartas con es tono radical. Por entonces solo le pedían a Hitler que utilizase las "armas prodigiosas" que tanto alababa Goebbels, para evitar definitivamente la derrota total.

Hitler no leía las cartas pero sabía de la importancia de la correspondencia que le enviaba el pueblo como un modo de medir el pulso de la sociedad alemana, por lo que se sirvió de ella hasta el comienzo de la guerra para estar informado de las preocupaciones y necesidades de la población. Las cartas las filtraban, hasta 1931 Rudolf Hess y posteriormente Albert Bormann.

Resultan interesantes, los textos, su contenido y su forma, pues se encuentran tanto cartas de amor (incluso pidiéndole un hijo), votos de lealtad incondicional, como testimonios de oposición y resistencia. El hecho de que miles de estas cartas se escribieran, muestran una confianza en el gobierno que jamás se ha visto en la historia. En sus cartas a Hitler, a quien la mayoría llamaban "Mi Führer", las gentes abrían su corazón al dictador, hablaban sobre lo que les preocupaba o les animaba, como un gobernante cercano y preocupado por su bienestar, en ocasiones le trataban como un familiar cercano al que respetar.

Entre la correspondencia destacan las peticiones de gracia. Pero todas la peticiones que se recibían para que se liberasen al marido, al hijo o al familiar, eran archivadas sin responderlas o reenviadas a Himmler, el todopoderoso jefe de las SS.

Miles de estas cartas se recuperaron por las comisiones de trofeos del ejército rojo y se encuentran depositadas en el Archivo Estatal Militar de Moscú. Esta es una pequeña muestra de la correspondencia dirigida al Führer:







Para saber más:
Cartas a Hitler, de Henrik Eberle

domingo, 21 de mayo de 2023

El amor de Hitler por los perros

Adolf Hitler es un personaje tan conocido como controvertido. Un hombre que menospreciaba la vida de quienes consideraba untermenschen (subhumanos) y no dudaba en enviarlos a la muerte, pero que mostraba un profundo afecto por los perros que le acompañaron a lo largo de su vida. Esta peculiaridad fue aprovechada por la propaganda para mostrarle como una persona cariñosa del mismo modo que hicieron con las imágenes con niños.

El amor de Hitler por los perros
No se sabe a ciencia cierta si tuvo algún can en su infancia o juventud pero en la Gran Guerra, donde luchó como soldado, adoptó un perro callejero al que llamó Fuchsl (Zorrito) cuando lo encontró vagando por Ypres. Hitler, se dedicó a su cuidado en el tiempo libre de que disponía. Pero su amigo canino se perdió en una estación de ferrocarril y acusó a sus compañeros de habérselo robado.

Durante la dura vida de la posguerra Hitler tuvo un nuevo amigo perruno, Prinz (Príncipe), un pastor alemán. La situación económica del futuro Führer era tan precaria que tuvo que encontrarle un nuevo hogar. Al parecer, Prinz se escapó y dio de nuevo con su antiguo amo. Esa muestra de lealtad impresionó de tal modo a Hitler que hizo que esa raza alemana fuera su preferida. Para Hitler, la lealtad y la obediencia de los pastores alemanes encarnaba el ideal de devoción al Reich y como era una raza  “pura” por ser tan semejante con sus ancestros los lobos y, sobre todo, por ser una raza alemana los convertía en un claro ejemplo de las ideas raciales nazis.

El amor de Hitler por los perros
Después de su leal Prinz tuvo otros tres perros: un ovejero alemán llamado Muckl y dos perras pastor alemán (madre e hija) llamadas Blonda. La cuarta en llegar fue una hembra, también pastor alemán, regalada por Martin Bormann, su secretario personal. Blondi (Rubia). Llegó en 1941 siendo tan solo una cachorra. Hitler amaba a Blondi, más que a su amante Eva Braun, que según se cuenta odiaba a Blondi, a la que a la que golpeaba si tenía la ocasión. Le dejaba dormir en su cama y le gustaba mostrar a quien le visitaba los trucos que hacía la perra,  que le había enseñado Fritz Tornow, el Feldwebel que adiestraba a los perros del Führer. También adquirió otra pastor alemán que hiciera compañía a Blondi llamada Bella. Eva Braun, prefería a Negus y Stasi sus dos perros terriers escoceses.

Blondi fue su fiel compañera hasta el último momento. Hasta los últimos días en el búnker de Berlín y en donde ambos terminaron muriendo. Como posteriormente hizo consigo mismo, Hitler prefirió quitarle la vida antes de permitir que cayera en manos de los soviéticos. Le dieron a ingerir una cápsula de cianuro de las preparadas para el Führer. Sus cachorros corrieron igual suerte, fueron sacrificados a tiros por su cuidador. 

Para saber más:
National Geographic
Wikipedia
El Correo
Ciencia Histórica
ABC
Estudio de Hitler

domingo, 2 de julio de 2023

El diario del profeta nazi

Alfred Rosenberg, considerado el filósofo e ideólogo del nazismo, fue uno de los colaboradores más cercanos a Adolf Hitler y el escritor del único libro que compitió en ventas con "Mi Lucha", del mismísimo Führer. El libro de Rosenberg, "El mito del siglo XX" se publicó en 1928 y está considerado como la "biblia nazi".

Además de este libro y su trabajo en el Völkischer Beobachter, el periódico del NSDAP, escribió un diario personal que tiene una gran importancia para conocer el nazismo y el III Reich.

En su diario, que tiene su primera entrada en 1934, se puede apreciar su carencia total de empatía, su tremendo narcisismo y su extremismo político llevado a la obsesión. En sus apuntes trata temas como la religión, el exterminio de los judíos o las luchas internas dentro del partido nazi.

Sobre los judíos, escribe:
[..] el Este está llamado a resolver una cuestión a la que se enfrentan los pueblos de Europa: la cuestión judía. En el Este viven aún seis millones de judíos, aproximadamente, y esta cuestión solo podrá resolverse a través del exterminio biológico de todo el pueblo judío en Europa. La cuestión judía solo se resolverá en Alemania el día en que hasta el último judío haya abandonado el territorio alemán, y en Europa, el día en que no quede ni un solo judío más en el continente europeo, hasta los Urales.
Tambien tenia su propia visión de la religión:
Se escribiría un quinto evangelio que reflejara las verdaderas doctrinas de Jesús. Se retirarían todos esos horribles crucifijos, pues la Iglesia no fijaría su mirada en los sufrimientos de Cristo, sino en su vida heroica. El Jesús germánico era el vigoroso predicador y el hombre airado en el Templo, y sería representado como un joven esbelto, alto, rubio, de frente elevada, pues con toda probabilidad había sido ario, no judío.
Cuando habla de las peleas internas entre los jerarcas nazis, se lanza con gusto a la critica y la descalificación de sus rivales. A Goebbels, el Ministro de Propaganda, los define como el "foco de pus", y señala como este no era demasiado apreciado por la élite nazi. Precisamente sobre Hitler no hay ni una sola palabra de desaprobación, se podría decir que los comentarios hacia el Führer son más bien serviles, de autentica adoración por el líder. Anota cada muestra de favor del Führer, hasta las palmadas en el hombro.

Otro tema interesante, tratado en el diario, es el arte, y concretamente su robo cuando estuvo al frente de la Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg, con la que saqueo colecciones de arte de los territorios ocupados. Por ello tuvo que enfrentarse a Hermann Göring, otro "amante del arte":
Las cosas que mi Einsatzstab confiscó en París son sin duda únicas, [...] mil doscientos veinticuatro cajones de libros en once vagones de tren.
El diario en si mismo tiene su historia. Se usaron en los juicios de Núremberg y desaparecieron tras la sentencia de muerte a Rosenberg, en 1946. El diario de lo había agenciado Robert Kempner, que formaba parte de la acusación de los crímenes cometidos en el Este.

Un par de investigadores intentaron obtener los documentos que tenía Kempner, sin conseguir nada.  Tras su fallecimiento en 1993 y hasta 2001 todo es confuso, hasta que una parte cayó en manos del Museo Memorial del Holocausto. Parte incluso fue vendida a un comerciante de trasto viejos. Por fin en 2013, se lograron recuperar 425 páginas manuscritas. En total son 850.

Como afirman los editores del diario, quizás Rosenberg sea el líder del nacionalsocialismo que más se merezca el calificativo de "criminal por convicción". Creyó hasta el final en lo que predicaba, y llevó a la práctica lo que para él era simplemente obvio.

Para saber más:
Diarios 1934-1944, de Alfred Rosenberg
Ushmm
El Español
El País
Culturplaza

domingo, 20 de noviembre de 2022

¿Quién envenenó a los hijos de Goebbels?

Hasta el día de hoy, el asesinato por envenenamiento de los seis hijos del jefe de propaganda nazi Joseph Goebbels sigue estando envuelto en un halo de misterio, aunque todas las hipótesis marcan como principal sospechosa a su madre, Magda Goebbels.

En el búnker de Hitler pasaran los últimos días de sus vidas, pero los niños no lo saben. Helga, de 12 años, tiene los ojos y el cabello oscuro de su padre, Joseph Goebbels. Hildegard “Hilde” con 11, son las mayores. Luego están Helmut, Holdine "Holde", Hedwig "Hedda" y Heidrun "Heide".
El nombre de cada niño evoca el nombre del Führer, para quien Goebbels trabaja como jefe de propaganda. El único muchacho de la familia se llama Helmut, un niño de nueve años.

hijos de Goebbels
Harald Quandt (de uniforme) era hijo de un anterior matrimonio de Magda.
Berlín, finales de abril de 1945, la Cancillería del Reich. El búnker de Hitler, bajo tierra debajo de la Cancillería, es un lugar de hormigón gris, pasillos estrechos, puertas de hierro y luz fría. No es un lugar acogedor, especialmente para los niños que, solo unas pocas semanas antes, vivían una vida despreocupada e inocente, jugando con gatos y perros en una granja lejos de Berlín.

Los soldados rusos están a solo unos cientos de metros de distancia, y todos en el búnker piden a Joseph y a Magda que lleven a los niños a un lugar seguro. Incluso Hanna Reitsch, una célebre aviadora alemana, que voló a Berlín para sacar a Hitler de la ciudad sitiada les dice: "Dios mío, señora Goebbels, los niños no pueden quedarse aquí, aunque tenga que volar 20 veces para sacarlos de aquí". Pero los Goebbels siguen siendo inflexibles.

hijos de GoebbelsMagda rechazó varias ofertas para sacar a los niños de Berlín, como la de Albert Speer. Los niños parecían no darse cuenta del peligro inminente, pero la hija mayor, Helga, parecía sentir que los adultos le estaban mintiendo sobre el resultado de la guerra y les preguntó qué les sucedería.

El operador de radiotelefonía del búnker Rochus Misch fue uno de los últimos en ver a los niños vivos. Estaban sentados alrededor de una mesa mientras su madre les cepillaba el pelo y los besaba, todos vistiendo camisones ya que estaba cerca de la hora de acostarse. Heide, de 4 años, se había subido a la mesa. Helga, a quien Misch llamó "la más brillante de los niños", estaba llorosa justo antes de irse a dormir en esa noche final y tenía una expresión sombría. Misch advirtió que Helga sentía poco cariño por su madre. Magda tuvo que empujar a Helga hacia las escaleras que daban al dormitorio. Heide, que tenía amigdalitis y llevaba una bufanda alrededor del cuello, se volvió para mirar a Misch, riendo y bromeando diciendole: "Misch, Misch, du bist ein Fisch" (Misch, Misch, eres un pez), justo antes de que su madre se los llevara arriba. Misch recordó más tarde que sospechaba lo que iba a ocurrir y que siempre lamentaría no haber intervenido.

Para Magda, que es una fanática nazi que seguiría a Hitler a donde fuera, es mejor para sus hijos morir que vivir en desgracia y humillación. Joseph teme que Stalin pueda llevar a los niños a Moscú, donde les haría un lavado de cerebro para convertirlos en comunistas.

Historias de brutalidad y violación de las tropas soviéticas que avanzaban circulaban por todo Berlín, y hubo mucha discusión en el Führerbunker sobre si el suicidio era el medio medio para escapar de la humillación o el castigo que le darían los soviéticos. El matrimonio Goebbels y sus hijos estaban dispuestos a no abandonar Berlín por "razones de humanidad y lealtad personal" hacia el Führer.

hijos de Goebbels
Rochus Misch
Al día siguiente, Magda y Joseph Goebbels piden a Helmut Kunz, un dentista de las SS, que inyectara morfina a sus seis hijos para que, cuando estuvieran inconscientes, se pudieran romper las ampollas de cianuro en la boca y que no sufrieran dolor. Según el último testimonio de Kunz, inyectó morfina a los niños, pero fue Magda y el SS-Obersturmbannführer Ludwig Stumpfegger, el médico de Hitler, quien les administró el cianuro.

Rochus Misch dijo que Werner Naumann le contó que había visto al Dr. Stumpfegger darles a los niños algo "endulzado" para beber. Otra versión cuenta que a los niños les dijeron que se irían a Berchtesgaden a la mañana siguiente, y que la morfina se la administró Magda para sedarlos. Erna Flegel afirma que Magda tranquilizó a los niños diciéndoles que necesitaban tomar la morfina porque permanecerían en el búnker durante mucho tiempo.

El periodista James P. O'Donnell, autor del libro "The Bunker" junto al también periodista alemán Uwe Bahnsen, concluyó que, aunque probablemente Stumpfegger estaba involucrado en drogar a los niños, Magda los mató. Supuso que los testigos culparon de las muertes a Stumpfegger porque era un blanco conveniente, ya que murió al día siguiente. Además, Magda parece que había contemplado y hablado de matar a sus hijos al menos un mes antes.

Después de la guerra, la cuñada del industrial de la automoción Günther Quandt, Eleanore, recordó que Magda dijo que no quería que sus hijos crecieran sabiendo que su padre había sido uno de los principales criminales del siglo XX y que la reencarnación podría darles a sus hijos una mejor vida en el futuro.

En una carta escrita a Harald Quandt, su hijo de un anterior matrimonio, finales de abril de 1945, Magda le cuenta:
No merece la pena vivir el mundo que viene detrás del Führer. Por eso también he tomado a los niños, porque sería dolorosa la vida que llevarían después de nosotros. Un Dios misericordioso me comprenderá cuando yo misma les dé la salvación. 
hijos de GoebbelsLos cuerpos de los niños, en camisón y pijama, con cintas atadas en el pelo de las niñas, fueron encontrados en las literas de dos niveles donde fueron asesinados, cuando las tropas soviéticas entraron al búnker un día después.
Una autopsia soviética realizada al cuerpo de Helga observó "varios moretones negros y azules", lo que podría indicar que se despertó y luchó con su asesino. Una fotografía tomada durante la autopsia mostraba fuertes moretones en la cara de la niña. Las lesiones aparentemente fueron causadas cuando se la forzó a morder la cápsula de cianuro.

Para saber más:
La Región
El Diario
El Mundo
Military History
The Telegraph
Ranker

viernes, 12 de mayo de 2017

La personalidad de Hitler según la inteligencia norteamericana

En 1943, la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) encargó al psiquiatra Henry A. Murray que estudiara la personalidad de Adolf Hitler para tratar de predecir su comportamiento, durante el conflicto y ante la derrota de Alemania.

En su informe de 229 páginas, "La personalidad de Adolf Hitler" Murray describió a Hitler como un paranoico "total" que era "incapaz de mantener relaciones humanas normales" y que "es imposible esperar de él ninguna piedad".

Hay otras ideas más reveladoras de la personalidad de Hitler, según la OSS eran que Hitler sufría de sentimientos intolerables de inferioridad, derivado en gran medida de su apariencia física, frágil y enfermiza durante su infancia. También indica que "nunca hizo ningún trabajo manual, nunca participó en deportes y fue rechazado como no apto para el servicio militar en el ejército austriaco".

Gran parte de su ira se originó a partir de un grave complejo de Edipo que cuando niño, se desarrolló tras ver accidentalmente a sus padres teniendo relaciones sexuales. Hitler, que era sumiso ante su padre, lo veía como un enemigo que gobernaba la familia "con la gravedad y la injusticia de un tirano" De acuerdo con el informe, Hitler tenía envidia del poder masculino de su padre y soñaba con humillarlo para restablecer "la gloria perdida de su madre."

También según el informe de Murray, sufría de indecisión y se derrumbaba bajo presión. Incluso en la cima de su poder, Hitler sufría de colapsos emocionales frecuentes de mala conciencia. "Tiene pesadillas debidos a su mala conciencia, y los tiene por largos períodos cuando la energía, la confianza y el poder de decisión lo abandonan".

Según Murray, las reacciones de Hitler ante la desesperación seguían este patrón:
En primer lugar estallaba con un arrebato emocional y enojo acusatorio que termina en lágrimas y auto-compasión. Continuaba con períodos de inacción, agotamiento, melancolía e indecisión.
Seguido de horas de abatimiento agudo y pesadillas inquietantes. Dando lugar a horas de recuperación.
Y, por último tomaba una decisión segura y decidida para contraatacar con gran fuerza y ​​crueldad. La evolución de estos cinco pasos podría durar desde 24 horas hasta varias semanas.

Hitler fue descrito, en el informe de Murray, como un "masoquista de pleno derecho", que humilló y abusó de sus parejas y que era "incapaz de consumar de una manera normal", según viejas parejas sexuales contaron a Murray. También Murray cuenta que "cuando era un niño de doce años, Hitler fue obligado a participar en un experimento sexual con una niña; y más tarde, pareció haber desarrollado syphilofobia, un miedo anormal a la contaminación de la sangre con sífilis a través del contacto con una mujer". En 1895 Freud sugirió que Hitler fuera internado en un sanatorio.

Murray explica que los judíos eran claramente un grupo demográfico para que Hitler proyectara sus frustraciones y errores personales, porque "no se defienden con puños y armas". Los judíos eran, por tanto, un objetivo fácil al que podía culpar de casi cualquier cosa, incluyendo los efectos desastrosos del Tratado de Versalles. La imagen de los judíos que proyectaba estaban asociados con varias de las aversiones de Hitler, como los negocios, el materialismo, la democracia, el capitalismo y el comunismo. Estaba ansioso por despojar a los judíos de su riqueza y poder.

Mientras que el líder nazi era conocido por ofrecer un apretón de manos débil con las palmas "húmedas y pegajosas" su presencia fue descrita como "hipnótica" en el análisis de Murray. Los ojos los describe Murray como "muertos e impersonales". También señala que el Führer tenía una "altura ligeramente por debajo de la media, entradas en el cabello, labios delgados, y manos notablemente bien formadas".

El informe también habla sobre lo exigente que era sobre su comida.

Existe tambien un informe de 70 páginas con fecha de diciembre de 1942, de autoría anónima que tambien evalúa la personalidad del Führer, usando el testimonio de William Patrick Hitler, sobrino del dictador y residente en Estados Unidos desde 1939.

En este informe además de apreciaciones similares a las expuestas en el informe de la OSS, añade que durante su estancia en Viena posiblemente "se infectó con alguna enfermedad venérea por una prostituta judía" y que Hitler era "tanto homosexual como heterosexual; tanto nacionalista como ferviente socialista; tanto hombre como mujer", lo que hacia que su sexualidad fuera "insostenible e, incluso, desesperada".

Para saber más:
Analysis of the Personality of Adolph Hitler
Psicología Clinica
ABC
History
Business Insider
La Razón


viernes, 13 de marzo de 2015

La indiferencia de Hitler hacia su pueblo

Cuando la guerra estaba en sus últimos momentos Hitler dijo: "No capitularemos, jamás. Podemos estar acabados, pero arrastraremos al mundo con nosotros", una cita que demuestra lo poco que le importaba al Führer su pueblo, especialmente el final del III Reich. Hitler pretendía que la población hiciera frente a los aliados hasta el final pero él fue incapaz de enfrentarse a ello, decidió poner fin a su vida en el búnker de la Cancillería el 30 de abril de 1945.

La indiferencia de Hitler hacia su puebloTras la fracasada ofensiva alemana de las Ardenas en enero de 1945 y el constante e imparable avance soviético en el Este, la guerra estaba perdida, pero en lugar de capitular y evitar la destrucción total, el régimen nacionalsocialista continuó luchando.

El discurso político de Hitler produjo, sobre todo, terror contra la propia ciudadanía alemana, con el fin de evitar la desintegración del orden impuesto y de movilizar para la guerra a los pocos que aún quedaban (niños y ancianos). Este terror queda reflejado en una muestra, casi medieval, de las consecuencias de no someterse a las leyes y normas nacionalsocialistas o las de sus propios líderes, como era colgar a las personas con carteles en los que se decía "colgado por cobarde", "colgado por derrotista" o "fusilado según la ley marcial", según una orden dada por Heinrich Himmler, en abril de 1945, "El que saquee será fusilado de inmediato" y llevada hasta el paroxismo por sus temidas y crueles SS.

La indiferencia de Hitler hacia su pueblo
Con el terror contra la propia población y la negativa a capitular, Hitler asumió conscientemente la muerte de innumerables personas y la destrucción total de Alemania. Pero no todos cumplieron la orden del Führer de resistir hasta la aniquilación. Mientras que el comandante de Breslavia obligó a la ciudad a defenderse y quedo totalmente destruida, la localidad de Greifswald se rindió sin ofrecer resistencia quedando prácticamente intacta.

Los alemanes se hallaban en estos últimos días de la guerra en una tensión permanente entre la destrucción y el terror, la desorientación, el caos y el miedo ante el futuro, todo acrecentado por la propaganda del régimen.







Para saber más:
Berlín. La caída 1945, de Anthony Beevor
Auge y caída del Tercer Reich, de William L. Shirer
Topographie

viernes, 27 de septiembre de 2019

Lectura recomendada: Eso no estaba en mi libro del Tercer Reich

Incluso más de 70 años después de la caída del Tercer Reich, ese periodo histórico que llevó a una guerra mundial, que duró seis largos años, sigue produciendo fascinación y generando gran controversia.

La verdad sobre la Alemania nazi es mucho más que la locura de su líder (Führer) Adolf Hitler. Es la historia de un pueblo entero que se dejó seducir, que miró hacia otro lado con el asesinato y la persecución y que, en definitiva, siguió por voluntad propia a su Führer en la más devastadora guerra de la Historia. Lo que puede parecer inverosímil en un pueblo con tan amplia cultura, como el alemán.

Para saciar aún más nuestra curiosidad sobre un periodo que duró apenas 12 años (1933-1945), Jesús Hernández nos trae "Eso no estaba en mi libro del Tercer Reich".

En la primera parte muestra una luminosa Alemania de progreso y velocidad, con cruceros a Madeira, pagados por el estado a sus trabajadores, viajes en el lujoso dirigible Hindemburg y las expediciones al Tibet y al Amazonas.

La segunda parte del libro aparece un Tercer Reich oscuro y siniestro; lleno de miedo, terror, crueldad y muerte. Alemania y los territorios ocupados están llenos de decretos, disposiciones y leyes que controlan cada pequeño aspecto de la vida de los ciudadanos. La propaganda inunda cada rincón y moldea la mente de las personas hasta el limite de los sueños. Los sueños y las pesadillas nazis llegarían más allá de Europa, donde establecerían una colonia en Brasil.

La persecución sistemática llegaría más allá del Holocausto judío. Se perseguiría a disidentes políticos, gitanos, homosexuales y cualquier enemigo del régimen. En este último grupo estarían, sorprendentemente, los astrólogos, adivinos y videntes; aunque parte de la ideología nazi se basara en mitos, leyendas y creencias ocultas.

El libro tambien dedica un capitulo a tres de los mayores criminales nazis. Pero sus 400 páginas traen mucho más. Son una excelente muestra de historias que nos tienen que servir de reflexión en una época en la que crecen los nacionalismos y los extremismos, y en la que es fácil olvidar lo que sucedió hace décadas en el mundo.

"Eso no estaba en mi libro del Tercer Reich" está disponible en Amazon, la Casa del Libro, en la Editorial Almuzara y en librerías.

Muy pronto haremos un sorteo de un ejemplar entre los amigos de El Cajón de Grisom, atentos al blog y a redes sociales.

Para saber más:
Editorial Almuzara
¡Es la Guerra!

martes, 20 de noviembre de 2012

La Segunda Guerra Mundial empezó como una broma

Los alemanes invadieron Polonia "Sólo por probar" y después se lió todo.

La Sociedad Paneuropea de Historiadores ha emitido esta mañana un comunicado en el que revela la aparición de nuevos datos que permiten reinterpretar el inicio de la Segunda Guerra Mundial

"Descubrimos unos papeles del Jefe del Alto Mando Alemán, Wilhelm Keitel, en los que él mismo asegura que si Alemania invade Polonia es sólo por la crema fría de remolacha. Esto nos llamó mucho la atención como historiadores, así que fuimos tirando del hilo y nos dimos cuenta de que en 1938, e incluso a principios del año siguiente, el clima político germánico estaba invadido por el cachondeo. Un cachondeo que se les fue a todos de las manos", explica el doctor Robert Macks, responsable de la investigación.

Según parece, el propio Hitler llegó a justificar en público la anexión a Austria alegando que "están todos muy callados por aquella zona" y propuso firmar el Pacto de Münich "con tinta de calamar". Al ver que los movimientos de los alemanes eran tomados como una afrenta por las fuerzas aliadas, el Führer aseguró a los franceses que "estamos todos de vacile", pero por aquel entonces ya era demasiado tarde.

"Esto no tenía que ir más allá de una simple guerra de disfraces", reconoce Wilhelm Keitel en sus escritos personales cuando el conflicto bélico ya va tomando cuerpo irremediablemente. Hitler, sin embargo, parecía ajeno a las dimensiones que estaba adquiriendo todo aquello e insistía en invadir Dinamarca "y obligarles a construir una caja enorme llena de galletas de mantequilla".

Mientras las tropas del Reino Unido desembarcaban en Noruega, Hitler proponía a los soviéticos que se hicieran fuertes en Finlandia y situaran los puestos de mando "en algún restaurante de la zona que esté bien".

Los alemanes no fueron del todo conscientes de que la cosa iba en serio hasta el 10 de mayo de 1940, momento en el que se declara por terminada la Guerra de Broma. Sus tropas invaden entonces Luxemburgo, Bélgica, los Países Bajos y Francia con el pretexto de que "no se puede convivir con gente que no capta la ironía", en palabras del Führer. Según el historiador Joseph Mingle, "el conflicto tuvo efectos devastadores y, por lo tanto, a toro pasado resulta evidente que todas aquellas chanzas no tenían ni la más mínima gracia".

Pero, ¿como se ganó finalmente la guerra? Pues, a piedra papel o tijera.

Fuente:
El Mundo Today

martes, 4 de noviembre de 2014

Fotos inéditas de Hitler y el nacimiento del NSDAP

La periodista estadounidense Bridget Harris siempre había escuchado con interés las historias que su madre contaba sobre su abuelo en la Segunda Guerra Mundial. Pero la última historia fue la más sorprendente:

Adolf Hitler (última fila, segundo desde la derecha) en el hospital de Berlitz.
Su abuelo, el sargento Paul T. Lipari, desembarcó el Día D en Normandía y combatió a través de Francia hasta llegar a Alemania, de donde se trajo a casa una colección de recuerdos, que incluía varias fotografías de Adolf Hitler en los primeros años del nazismo o cuando se recuperaba de sus heridas durante la Primera Guerra Mundial. Las fotografías se eran para propaganda nazi e intentaban representar al dictador alemán como un gran líder cercano al pueblo, como un ciudadano más.

Las imágenes, que se encontraban en una sobre de papel especial, fueron realizadas por Heinrich Hoffmann, el fotógrafo personal de Hitler, para un libro titulado: "Alemania se despierta: El crecimiento, lucha y victoria del NSDAP". Cada foto tiene en su parte posterior un número y una leyenda que ensalza a Hitler y al partido nazi. Hitler tenía muy claro el poder de la fotografía y vigilaba cuidadosamente, hasta la paranoia, su imagen y el uso que se hacía de ella.

Más de 100.000 hombres de las SA en la convención del partido en Nuremberg. Marchando trás el Führer. (delante)

(detrás)

Hitler le da su autógrafo a un niño.

El Führer en un avión el día de su cumpleaños de 1932.

Hitler saluda a un veterano de la Gran Guerra.
Para saber más y más imágenes:
LIFE

martes, 29 de julio de 2014

La Operación Foxley

La Operación Foxley fue un plan secreto planificado por el SOE (Special Operations Executive) con varias opciones operativas para asesinar a Hitler en su residencia de Berghof en los Alpes Bávaros, donde aparentemente era más vulnerable. El SOE consideró disparar sobre el Führer durante sus paseos matinales, aunque también se diseñaron otros planes como atentar sobre el tren en el que se desplazaba por Alemania, envenenarle o dispararle cuando viajaba en su limusina descubierta.

Un plan consistía en estudiar las costumbres de Hitler en sus desplazamientos en tren y el SOE decidió que lanzar una bomba al paso del tren para que descarrilara era la mejor opción, aunque el atentado pusiera en riesgo la vida del agente, que debía de ser un miembro de la resistencia en Alemania. Otro plan se basaba en la adicción de Hitler al te y se trataba de envenenarle con un veneno incoloro e insípido añadido al agua durante alguno de sus viajes en tren. Se sabía que se probaba toda la comida antes de que que le llegara directamente a Hitler, incluso durante sus viajes, pero había un vacío en la vigilancia del agua que se tomaba de los depósitos de las estaciones sin comprobarse. Esta opción tambien ponía en grave riesgo al agente infiltrado.

La operación con más posibilidades de éxito se organizó para realizarse en julio de 1944. El servicio secreto obtuvo mucha información a través de un prisionero alemán de las SS que fue un escolta personal de Hitler. El prisionero dio datos concretos sobre la seguridad en Berghof, donde Hitler acostumbraba a dar un paseo matinal en solitario de unos 20 minutos. Con estos datos se vio que un francotirador podría encontrar una posición de tiro y esperar al paso del Führer. El plan era muy arriesgado pero la información que aportó el ex guardia de Hitler era muy valiosa.  

La Operación Foxley nunca se llegó a realizar ya que la estrategia militar de Hitler en aquel momento de la guerra estaba siendo tan desastrosa que el mismo estaba ayudando a los aliados. La guerra se estaba ganando y se temía que la muerte de Hitler lo convirtiera en mártir y dificultara el fin de la guerra.

El asesinato de Hitler posiblemente no habría terminado repentinamente con la guerra pero sí acelerado su final, se habrían salvado muchas vidas. Algunos historiadores ha llegado a estimarlas en cerca de 10 millones.

Para saber más:
Paperless Archives
BBC

domingo, 9 de enero de 2022

El oscuro médico de Hitler

Hitler padecía diferentes dolencias, entre las que destacaba especialmente el Parkinson, que ya era apreciable desde 1937/38 y que se se hizo aún más evidente en los últimos tiempos del III Reich. Esto, y el tratamiento al que fue sometido, pudo se la causa de las malas decisiones militares que le costó la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Para tratar sus dolencias estaba su médico personal. El oscuro Theodor Morell.

El oscuro médico de Hitler
Theodor Morell, que tenía una clínica en Berlín, aprovechó el ascenso del partido Nacionalsocialista (NSDAP) para afiliarse y llegar hasta el mismísimo Führer, Adolf Hitler.

Hitler, además del Parkinson, padecía del estómago. La dolencia le producía calambres intestinales y continuas flatulencias (posiblemente causadas por su dieta vegetariana). Morell, con unas técnicas poco ortodoxas para la medicina de le época, le trató con un compuesto que contenía bacterias intestinales (Escherichia coli), conocido como Mutaflor y que aún se comercializa. El Führer se curó de estas dolencias y a partir de ese momento Morell se convirtió en su médico personal, lo que le dio mucho poder y granjeó numerosas enemistades entre la élite nazi, que le consideraba un charlatán. La amante, y el último día de Hitler, su esposa; Eva Braun se quejaba de lo desagradable que era y en especial de su poca higiene personal. Hitler también fue tratado por el doctor Karl Brandt (que dirigió la administración del programa de eutanasia nazi) hasta que apareció Morell.

Su situación de poder le lleva a apoderarse de diversas farmacéuticas de los países ocupados para vender en Alemania, desde vitaminas hasta antipiojos.

El oscuro médico de HitlerLas extravagantes prácticas médicas de Morell iban desde administrarle barbitúricos usados en veterinaria, como el Pentobarbital, para calmarle la ansiedad, hasta técnicas como el sangrado con sanguijuelas, muy común hasta bien entrado el siglo XIX. Morell ponía tantas inyecciones a Hitler, que el propio Göring lo llamaba "Canciller Aguja" o "Ministro Inyector". Y eso que el jefe de la Luftwaffe era un aficionado a las drogas.

Hacia el final de la guerra, y tras el fallido atentado de la Guarida del Lobo perpetrado por el coronel Claus von Stauffenberg, el deterioro de Hitler va en aumento y con él, el número de drogas y medicamentos. Durante el conflicto llegó a tomar 74 fármacos distintos, como Eukodal, un opiáceo similar a la heroína, o el Pervitín que tomaban sus tropas para rendir al máximo en la Blitzkrieg. También tomaba cocaína en gotas, para los ojos. El más extravagante era el extracto de semen de toro, con alto contenido en testosterona.

Hitler se convirtió totalmente en dependiente de Morell y creía ciegamente en él. Tanto es así que cuando miembros del circulo de Hitler quisieron acabar con Morell al descubrir que le estaba administrando estricnina, que se usa como pesticida para matar pequeños animales, Morell adujo que era parte de un preparado contra las flatulencias. Hitler no dudó en creer en su versión desautorizando a los acusadores. Al parecer, Morell jamás le dijo a Hitler qué era lo que realmente le estaba administrando, afirmando que solo eran vitaminas e ingredientes naturales.

El oscuro médico de Hitler
En sus diarios médicos Morell anotó, además de los comentados, los siguientes productos administrados a Hitler:
Bromato de Potasio, Nux Vomica, Atropina, Tartrato de Oxedrina, Manzanilla, Profenazona, Cafeína,
Belladona, Dihidroxicodeína, Sulfinamida, Proteínas y lípidos derivados de tejidos y grasas animales.

Cuando Berlín está cercado por la tropas del ejercito rojo, Morell huye del búnker, tras ser despedido por Hitler y el 22 de abril de 1945 sube a bordo de uno de los últimos aviones que salen de la capital del III Reich antes de su caída.

Capturado por los estadounidenses en julio de 1945 fue confinado en el antiguo campo de concentración de Buchenwald, reconvertido en un campo de prisioneros alemanes. Pese a pertenecer al circulo intimo de Hitler, nunca fue acusado de ningún crimen. Tras sufrir un ictus, murió el 26 de mayo de 1948 con 61 años.

Para saber más:
Hitler: Leyenda, mito, realidad, de Werner Maser
El gran delirio. Hitler, drogas y el III Reich, de Norman Ohler
The Secret Diaries of Hitler's Doctor, de David Irving
ABC
El Español
El Monárquico
 

miércoles, 4 de julio de 2012

La mansión de Hitler en Hollywood

Adolf Hitler tendría un lugar de retiro dorado en California. Desde aquel idílico paraje, en unos Estados Unidos supuestamente nazis y controlados por el Reich de los Mil Años, el Führer iba a hacer y deshacer la política mundial a su antojo.


Los filonazis de los Estados Unidos en los años 30, los "Camisas Plateadas", estaban tan convencidos de que la victoria de Hitler en la Segunda Guerra Mundial era inevitable que se gastaron millones de dólares en la construcción de este complejo de lujo a la espera de la llegada de su Führer.


Según el diario Daily Mail, un espía alemán de nombre Herr Schmidt convenció a la nazi estadounidense y rica heredera Jessie Murphy para que «invirtiese» en la futura casa californiana de Hitler 5 millones de dólares, que hoy serían unos 66. El complejo disponía de un gran tanque de agua, 22 habitaciones, jardín para el cultivo de vegetales -Hitler era vegetariano- e incluso un búnker. Cuando terminase la guerra iba a ser ampliado con financiación alemana. Tendría una piscina, cinco bibliotecas, un gimnasio y varios comedores más. Pero cuando los Estados Unidos entraron en la Segunda Guerra Mundial después del bombardeo japonés a Pearl Harbor, las autoridades del país echaron a los aproximadamente 50 nazis americanos que vivían en la que estaba destinada a ser la mansión hollywoodiense de Adolf Hitler.


Tras la guerra, llegaron a vivir en la mansión una colonia de artistas y el novelista Henry Miller. El edificio, muy próximo a las casas de conocidos actores y directores de cine como Steven Spielberg, ha atraído a curiosos, historiadores y neonazis. Está planeado que las palas excavadoras derriben el complejo para hacer sitio a una nueva zona habilitada para la práctica del pícnic. Hitler no pudo estrenar su casa californiana. En vez de vivir sus últimos momentos frente al Pacífico los pasó en un búnker en Berlín, donde acabó suicidándose.





Para saber más:
ABC
Daily Mail
Eroteme